1 LA ENTREVISTA
Todo empezó en este lugar.
Pau Gasol, Hombre del Año 2009: «En este hotel dormí la noche antes de mi primer partido con los Lakers. Fueron días del todo frenéticos desde que me comunicaron el traspaso... De Memphis a Los Ángeles, de Los Ángeles a Washington, de allí a Memphis y, finalmente, a Nueva York... Llegué y fui directamente al entrenamiento. Cuando volví a este hotel, estaba roto, dormí una siesta de cuatro horas. Luego, hablé con los periodistas que estaban aquí [enviados especiales de EL MUNDO y Marca; corresponsales de TVE y Antena 3], fui a cenar y, pronto, a la cama. La prisa no me dejó saborear el debut, sólo después me hice a la idea de que mi vida había cambiado por completo. Nada es comparable a los Lakers».
Pau Gasol, Hombre del Año 2009 porque un viernes 1 de febrero de 2008 le reclamaron a un despacho de los Grizzlies y le anunciaron su venta a los Lakers (como podría haber acabado en los Bulls, en los Pistons...). Con el finiquito le entregaron el billete a otro mundo que ha sabido habitar; vida de éxito continuado que este diario reconoce en la figura de un deportista ejemplar y pionero. Porque el éxito nació en este Ritz-Carlton Hotel de 650 euros la noche, donde se alojaba antes del debut y donde se aloja este 17 de diciembre en que cita a EL MUNDO. Aunque ya antes, también aquí, en Nueva York, comenzó la leyenda, cuando simplemente apuntaba a la mitad de lo que hoy es.
Pau Gasol, Hombre del Año 2009: «Llegué a Nueva York para el draft de la NBA un 25 de junio de 2001. Vivía un sueño inimaginable. Por primera vez venía a Estados Unidos y recuerdo que me daba vértigo mirar los rascacielos. Tenía un jet lag terrible, no sabía mucho inglés... Acudí para ver qué pasaba, pensaba estar con suerte entre los 10 primeros y todo cambió cuando salí en el tres, forzando mi marcha de España a Estados Unidos».
Subido en un cohete ha conquistado el planeta baloncesto. Elegido el mejor novato de la Liga 2002, consiguió llevar a los Grizzlies a los playoffs. Tres veces, y ninguna victoria. Allí, en las profundidades de Tennessee, descubrió un techo, porque el cielo aguardaba en Los Ángeles. Vigente campeón de la NBA, primer español en conseguirlo (esa expresión es un segundo apellido); oro en Polonia, primer europeo en sumar anillo de la NBA y título continental en una misma temporada.
Pregunta.- ¿Tiene algo que reprocharle a este 2009?
Respuesta.- Que se acabe... Fue alucinante y complicado de describir. Por éxitos y trayectoria resulta inolvidable. Esta nominación de EL MUNDO lo hace aún más especial. Repasando el palmarés vi que ha recaído en hombres políticos relevantes [Clinton, Aznar, Zapatero, Sar-kozy u Obama], y yo no lo soy. Eso significa que desde el deporte llegué al corazón de mucha gente y que desde el baloncesto se pueden cambiar percepciones. Haber ganado el primer campeonato de la NBA para nuestro país, con los Lakers, y cómo lo hicimos, con la contribución que tuve, fue extraordinario para mí y para España, porque demuestra dónde podemos alcanzar. Luego, lograr el primer oro europeo con nuestra selección fue histórico. Son triunfos que quedarán para varias generaciones, para siempre.
P.- ¿Por qué no cita ninguno de los premios individuales cazados?
R.- Porque el éxito colectivo es lo importante, por eso no dije ni MVP del Europeo ni all star de la NBA. Sólo me atrae hacer lo que es único, lo histórico, lo que está por encima de cualquier aportación individual.
P.- Quiera o no, 2009 llega a su fin. ¿Es posible darle continuidad?
R.- El objetivo es otro título NBA.
Quizá entonces, obligado porque serán ya dos los anillos de campeón, cumpla su idea de depositarlos en la caja de seguridad de un banco. Aún guarda en casa el logrado, una pertenencia extraordinaria en un país que a través del deporte afirma su modernidad, con Fernando Alonso dominando el mundo tecnológico de la F1 o con Pau Gasol encumbrado en la Liga más glamourosa del orbe. Gloria en las alturas para negar un pasado nacional de raquitismo.
P.- ¿Qué fue del país de enanitos?
R.- Es verdad que de España se tiene la imagen de un país de gente con talla media baja... Pero a mí me gusta romper barreras siempre o atravesar puertas que parecían impenetrables. Me gusta ser alguien que rompe estereotipos. «¿De dónde saliste tú?», me han preguntado muchas veces. Yo respondo: «Pues de mi madre y de mi padre, de Barcelona, de España». Es un placer ser pionero y cambiar suposiciones que se tienen de nosotros por el mundo.
P.- ¿El deporte es la mejor campaña de imagen de todo el país?
R.- Hay que enorgullecerse del maravilloso tiempo que vivimos y, en lo personal, me alegro de ser partícipe activo de este momento. Es asombroso poder presumir de uno de los mejores tenistas de la historia [Rafa Nadal], que ha sido el número uno y lo volverá a ser. Y que sea de tu país, que sea amigo tuyo, que hables con él de vez en cuando... O tener a Fernando [Alonso], que ha sido dos veces campeón de F1... Y que haya fichado por Ferrari, cumpliendo su sueño, es una pasada. Como españoles nos tenemos que sentir orgullosísimos y valorarlo bien, porque difícilmente se volverá a repetir.
P.- Gasol, Nadal y Alonso, la Santísima Trinidad. ¿Qué comparten?
R.- El espíritu ganador, la ambición, la falta de complejos ante nada y la ausencia de miedo.
P.- Su relación con Nadal viene de lejos. ¿Con Fernando Alonso...?
R.- Nunca sabes si es real la imagen que la prensa transmite de una persona. En su caso es alucinante. Tenía una idea no del todo buena sobre él, no parecía alguien cercano ni agradable, y he descubierto que es lo contrario. Estuvo dos veces viendo a los Lakers, quedamos y ahora mantenemos contacto telefónico. Quiero verle más. Este verano pienso acercarme a un par de carreras de F1 a verle con su Ferrari.
Alonso da pie a Gasol a recorrer su paseo de la fama. De niño, «tímido como el que más», se quedaba petrificado ante las celebrity; ahora cita muchas por su nombre propio: «Antonio [Banderas], Pedro [Almodovar] y Penélope [Cruz], Jack Nicholson, David Beckham, los futbolistas del Barça, Raúl, Miguel [Indurain]...». Se detiene en David Bisbal. «Entre Operación Triunfo y el rollo de las giras sudamericanas... Para mí tenía una imagen... dispersa, sin embargo, tras conocerlo me parece majísimo. Nos llamamos e intercambiamos e-mails». Y, al final, se acuerda de Seve Ballesteros, con quien tuvo contacto durante su enfermedad.
P.- ¿Cuánto hay de pose medida en su reconocida imagen pública?
R.- Nunca me preocupó eso, aunque creo que la mía es bastante buena. Sí me esfuerzo por ser natural, por transmitir sencillez, porque los deportistas somos un ejemplo social y hay que actuar correctamente. Soy como se me ve y he tenido la suerte de que la prensa me cuidó.
P.- ¿Le han dicho a menudo que se le ha subido el éxito a la cabeza?
R.- Sí, varias veces, y entonces me planteo: ¿Tiene razón? Cuando estás en un estatus alto y un alto nivel de éxito es fácil desviarte, acostumbrarte a lujos extraños. Es posible que se te vaya la cabeza, comiences a derrochar, te transformes... Yo trato de mantenerme aferrado a los valores que me han traído aquí. Cada día, cuando me acuesto, me digo que soy una persona más y que el mañana no está garantizado para nadie. Cuando me retire seré uno más. No me considero mejor o peor porque tenga un talento natural para jugar al baloncesto. Y creo que eso explica bastante bien mi mentalidad.
P.- ¿Usted sería muy distinto si hubiese nacido en otra familia?
R.- Sí. Negar la ostentación es herencia familiar. La educación de mis padres ha sido clave para que sus hijos saliesen como hemos salido, normales. Tengo compañeros que tienen hasta 10 coches. Bynum, con 22 años, tiene 10 coches. Si le va bien, genial, pero yo no soy así.
P.- En una entrevista añeja, Sabina decía: «Hace años que no sé cuánto dinero tengo». ¿Y usted?
R.- Lo sé, más o menos. Cuanto más dinero tienes más consciente debes ser de lo que hay sobre la mesa. Está en juego tu futuro y el de tu familia. Las inversiones, mover el dinero adecuadamente, me ocupa bastante tiempo, pues podría haber pérdidas, operaciones en falso... Hay que estar encima, ser tú el que decide. Las cosas importantes del dinero no se deben delegar.
Pau Gasol no es un ser inmaculado, pero parece «un gran tipo». El entrecomillado lo suscriben Josh Rupprecht y Eric Hason. El segundo es un fotógrafo de Brooklyn que tiene en su currículo sesiones fotográficas con Carl Lewis. «La verdad es que ha estado encantador», comenta cuando ya anda desmontando los focos. Y es entonces cuando reaparece el senior manager de Relaciones Públicas de los Lakers, Josh Ru-pprecht, que había acercado al jugador a la habitación 1715 del Ritz-Carlton y que, 10 minutos después de la charla, regresa: «¿Todo bien?». Ante el «sí», concede: «Es un gran tipo, y no todos son así, la verdad».
Es raro encontrarle al español desplantes notables, más allá de una declaración excesiva en situaciones angustiosas. En lo deportivo, no faltaba razón a quienes le achacaban desidia en sus últimos tiempos en Memphis, aunque, «aquel desastre», resume Pau, ejerce de eximente. Ningún poder superior, ni los más de 100 millones de dólares que, sólo en salario, habrá ingresado en junio de 2011, justificarían la soberbia. Pero, ciertamente, el catalán supo blindarse contra el divismo supremo. Y comportarse como un plebeyo en un mundo tan de Hollywood resulta notable.
A Gasol se llega después de cuatro intermediarios: sus representantes españoles, Enrique Rodríguez y, especialmente, Arturo Ortega; un colaborador de estos y asesor de confianza del jugador en Los Ángeles, Jordi Badosa, y, finalmente, John Black, vicepresidente de los Lakers para Relaciones Públicas. Cuatro actores, más EL MUNDO, que se encuentran en Nueva York, aunque durante cuatro horas la sede elegida fuese Chicago.
Hasta llegar al Hombre del Año hay muchas curvas, que se resumen en una cifra: esos cinco actores intercambiaron, además de llamadas varias, 73 e-mails antes de la cita, 18 la misma mañana de la entrevista exclusiva. El último llega a las 16:06 horas, cuando ha comenzado la conversación y confirma qué vestimenta utilizará. Porque los Lakers no ceden su camiseta oficial (Adidas) y el jugador (Nike) decide al remate... «El premio es importante, hay que estar elegante», saluda al llegar, impecable, trajeado de Ermenegildo Zegna, nuevo patrocinador de Messi y nuevo colaborador de Gasol. La ropa no es una exigencia del protagonista, como tampoco lo es que la charla se desarrolle en una habitación reservada a tal efecto en el Ritz-Carlton Central Park, donde se alojan los Lakers cuando juegan en Nueva York (Knicks) o en Nueva Jersey (Nets). Gasol es una estrella, así le tratan. Aunque ser célebre tiene sus derivados indeseables.
P.- ¿Qué hipoteca implica la fama?
R.- La falta de privacidad, no pasar inadvertido jamás. Pero no me quejo; siempre me digo que soy un tío con mucha suerte, privilegiado. Luego hay problemas, por ejemplo, para las relaciones sentimentales. Con mi ritmo de vida... Me gustaría crear una familia, y mi rutina no ayuda demasiado a una relación normal, corriente y saludable... No he querido aventurarme demasiado en una relación profunda. O mejor dicho: yo lo he intentado, aunque no surtió efecto. En algún momento arriesgaré definitivamente para desarrollar algo especial y duradero.
Las más estables de sus varias novias fueron: 1. Una chica que no le siguió hacia la NBA. 2. Ashley, en su etapa en Memphis. 3. Una modelo serbia. Llegó a presentarla a la familia, y luego, finalmente, se torció el rollo. Y hace un año sonaron trompetas de romance con Elsa Pataky.
P.- ¿El mundo rosa es...?
R.- La prensa del corazón es terrible. Salieron aquellas fotos con Elsa Pataky o lo de mis padres [han tenido que desmentir su separación], pero se podían decir tantos bulos hirientes que me considero afortunado. Intento no entrar en el juego, para no beneficiarles... Es una lástima que el morbo atraiga tanto y mueva tanto dinero. Triste. ¡Bastantes problemas debes de tener en casa para preocuparte de supu estos temas ajenos...! Ojalá la gente dejase de ver todos esos programas...
P.- Mire cómo le va a Tiger Woods.
R.- Sí, es un icono, un dios en la cultura americana, que ha demostrado que es un humano y ha roto unos códigos familiares; no obstante, es cosa suya. Me parece alarmante que violen de esta forma su privacidad... Quienes quieran vender su boda, bien, pero quienes huimos de ese mundo, ¿por qué no nos dejan tranquilos? Muchas veces afecta a gente que aporta cosas buenas para el país. Debería haber leyes o, al menos, una línea de respeto clara.
Kobe Bryant, su compañero, se vio en una situación de presión equivalente a la de Tiger Woods. En aquel culebrón subyacía la hipótesis de la violación, lo que dotaba al caso de la gravedad que exige la denuncia mediática, y estuvo a punto de costarle la carrera. Ahora, junto a Pau Gasol, el escolta ha reconducido su carrera hacia el triunfo colectivo, y personal. MVP de la última final, con la aquiescencia del español.
P.- ¿Cómo define a Kobe Bryant?
R.- Es un jugador del que se aprende. No es perfecto, pero tiene virtudes muy desarrolladas. Es un ganador, un luchador incansable, siempre quiere ser el mejor en todo y tiene una energía increíble ajena a cualquier ser humano común.
P.- Todos los analistas señalan como clave de estos Lakers que ustedes forman un matrimonio feliz.
R.- Me admira, según dice. Comenta que soy el mejor compañero que puede tener, un gran halago en esta Liga. Y a mí no me costó adaptarme. Entendí rápidamente qué puedo aportar y cómo debía manejarlo. Valoré ventajas e inconvenientes y vi que sólo había ventajas. Gracias a que estoy aquí, y gracias a Kobe puedo fardar del título NBA, que lo tengo porque supe ver mi papel y asumí que el ego no podía ser un impedimento para el funcionamiento del equipo, para triunfar.
Kobe Bryant, mítico en el juego y la codicia, no chirría como persona a los ojos de Pau, aunque en su corazón le superan Odom, Fisher y, sobre todos, Sasha Vujacic, que le abrió los brazos en los principios, ariscos por naturaleza. El esloveno fue el primero que le ofreció su número de teléfono; que le dijo: «Llámame si necesitas algo»; que se interesó: «¿Dónde estás pensando vivir?». Y Gasol, mareado en Los Ángeles, azuza esas cenizas de cariño, de cuando Sasha le enseñaba la ciudad, le alumbraba las calles.
Muchas veces se ha hablado del debut con los Lakers. Pues después del día 1 hubo un día 2. Esa segunda noche, en Atlanta, el pívot parecía un espontáneo en el centro de Las Ventas. Ningún compañero le atendía. Entonces, acudió al rescate Vujacic, para picarle: «A ver si eres capaz de hacer este movimiento». Así, se entretuvieron cinco minutos; así, el español caminó en su adaptación a un colectivo donde no se comparte habitación, ni comidas, ni cenas, nada. En una ciudad como Nueva York, Pau halla aliados, amigos españoles, con quienes compartir mantel. En destinos canallas sólo queda aferrarse al iPod, al portátil, a sus dos teléfonos móviles -una mano en Estados Unidos y otra en España- y al libro de turno. A 17 de diciembre, lleva mediado el tercer tomo de Millennium.
P.- Esos libros, ¿son literatura?
R.- Son lectura rápida. Entretiene y engancha; genera adicción. Tengo amigos que jamás leen un libro y con Millennium se lanzaron.
P.- ¿Está pensando en Navarro?
R.- Por ejemplo. Se ha leído los tres, y eso dice mucho del libro.
Navarro, hermano de otra sangre, el amigo que abandonó en Memphis para fichar por los Lakers, con quien se reencuentra en la selección, en ese ambiente que añora, cuando la pocha fluye y se comparten veladas viendo un Federer-Nadal.
P.- ¿Qué es lo peor de la NBA?
R.- El exceso de ego. Hay mucho afán de protagonismo, demasiado individualismo y muy pocos jugadores que creen en el espíritu de equipo. Esos quizá pasan más inadvertidos, porque este público no lo premia, sin embargo, aguantan más en la Liga y son tan importantes como quienes anotan 30 puntos.
P.- Usted tuvo sus días de yoísmo.
R.- Cuando era más joven, y te lleva a perjudicar al equipo. Hay que tener clara la visión de qué puedes hacer para ayudar. Eso hago ahora. Ofensivamente siempre fui potente, lo que hizo que nunca le diese importancia a la defensa o a los rebotes, porque pensaba que ése era trabajo de otros. Ahora me doy cuenta, a este nivel, en los Lakers y con una edad madura, de que las tareas feas son tan básicas como el ataque y que con esos detalles se ganan los campeonatos. Por aquí, muchos saben meterla y pocos están dispuestos al sacrificio y las pequeñas cosas.
Vértices impuros de una competición que esclaviza durante nueve meses con viajes. Antes de los playoffs habrá recorrido 77.000 kilómetros por los aires. Después de nueve años en la NBA, ha ido y ha vuelto a la Luna casi dos veces. «Hay días que me levanto y no sé dónde estoy. Pero tengo una vida de lujo». Que permite conocer lugares que tumban, como sus preferidos: Chicago -«¡qué frío!»-, Boston, San Francisco, Miami y Nueva York. «Está precioso en Navidad. Eso sí, de patinar en el Rockefeller Center ni hablamos. No me juego el físico por nada». En su lista de postales imprescindibles cabe Los Ángeles, su residencia ahora, y Memphis. Allí nació su historia, allí se reúnen sus padres, allí viven sus dos hermanos.
P.- ¿Llegarán a unirse en la NBA?
R.- Uf... Marc ya juega de una manera excepcional. Me enorgullece como si fuese un éxito mío, porque sé cuánto ha tenido que trabajar para hacerse un hueco entre los mejores. Y Adriá tiene 16 años recién cumplidos y alto va a ser, seguro. Pasa de los dos metros, más grande que nosotros con su edad. Sería la bomba si acabásemos coincidiendo los tres en la NBA. Ya el hecho de que Marc y yo estemos a un nivel tan alto... No ha habido ninguna combinación de hermanos que haya tenido un rendimiento tan alto en la historia de la NBA. Y encima no somos americanos. Me parece algo impresionante al 100%.
Mamá Marisa (1,87 metros) y papá Agustí (1,95), los Gasol traían de serie genética de basket, moldeada durante años con mimo artesanal y la competitividad como marca.
P.- ¿Cuál es su filosofía laboral?
R.- Siempre quiero más. No me conformo, no me gusta ponerme límites. Aunque parezca que lo has dado todo, siempre se puede mejorar, no importa lo bueno que seas. Un buen ejemplo es Kobe Bryant... Este año tengo un pique con él. Se trata de ver quién mejora más con su izquierda cerca de canasta, para incorporar esa habilidad a nuestro set ofensivo. Yo utilizó la zurda bastante y él dice que quiere tenerla tan buena como la mía. La está utilizando como nunca. Incluso Kobe, a su nivel, ha encontrado algo en lo que mejorar y perfeccionar. Si uno de los mejores, o el mejor posiblemente, puede hacer eso, ¿por qué no podemos hacerlo el resto?
P.- ¿No se cansa a veces de esperar que Kobe le pase el balón?
R.- No me duele por mí, sino porque individualmente el equipo tiene una calidad tan alta... Con un juego equilibrado y solidario, lograremos el título otra vez. Si movemos el balón y repartimos juego será difícil defendernos. Por eso, hace poco me quejaba, de forma irónica, cuando me preguntaban por qué cogía tantos rebotes. Respondí: «Si no voy al rebote de ataque me quedaría en cinco tiros a final del partido».
P.- A la vejez, se hizo reboteador.
R.- Tengo un imán en la mano... En serio, he trabajado bien en el gimnasio el último año y medio y, sobre todo, he alcanzado un punto de madurez, de saber lo que es importante en el juego. En lugar de enfocarme a otras facetas lustrosas trato de saber qué le hace falta al equipo. Nunca he sido un reboteador, pero con los años me doy cuenta de la importancia de los detalles y de un trabajo no tan agradecido que es una cuestión de voluntad, de decisión y de lucha. He madurado.
P.- Los Lakers cambiaron su vida. ¿Es válida la frase a la inversa?
R.- Sí, creo. En Memphis se me veía como un gran pívot, aunque la falta continua de éxito evitaba el reconocimiento pleno. Ahora, finalmente, se me valora. Si la gente de dentro del basket destaca tu calidad ya no tienes nada que reprocharte.
Tampoco su club tiene nada que afearle. De hecho, el pasado miércoles amplió su contrato hasta 2014 (40 millones por tres cursos más), para seguir ganando en Los Ángeles mientras aparca la selección (ver página 10). En lo próximo, su elección para el próximo all star ocupa sus rezos, y le sorprendería que no fuesen atendidos. Después llegará la cita grande, las NBA Finals.
P.- ¿Qué rival no quiere?
R.- Boston sería temible, pero sería bonita la revancha de la final de 2008, me gustaría tener esa oportunidad. Orlando, Cleveland, Denver, incluso San Antonio... Ni debe preocuparnos, ni debemos temer a nadie. Si nos respetan las lesiones, que puede ser un factor determinante en junio, triunfar depende de nosotros mismos. Al nivel de intensidad y esfuerzo de 2009 tenemos todas las de ganar.
P.- ¿Ganar cansa o genera adicción?
R.- Siempre he sido un competidor nato, ambicioso, y lo seguiré siendo. Ganar crea adicción y perder me sienta fatal, me cambia mi manera de ser un día o una semana, depende de lo dolorosa que sea.
P.- ¿2014 es un buen año para finalizar su aventura yanqui?
R.- El baloncesto es mi pasión, mi vida, y mentalmente tengo cuerda para rato. Por eso, mientras el cuerpo aguante seguiré en las canchas, aquí o en Europa. El cuerpo hablará por mí [durante la entrevista se mueve con frecuencia para estirar la espalda]. Los años no pasan sin rastro, me hago mayor.
Aun en activo, piensa en el después, que incluye «formar una familia y dedicarle el tiempo necesario». Sueña, además, con ser un embajador del baloncesto (¿directivo?) y ejercer de empresario. «Sea lo que sea, al máximo nivel posible». Son actividades en las que ya hace prácticas. Por ejemplo, como embajador de UNICEF desde 2003. «Me apasiona ayudar a niños que, a veces, nacen condenados a morir. Observarlo de primera mano, me hace ver la realidad desde otro ángulo». En lo empresarial, entre otras iniciativas menos rumbosas, contribuye al primer equipo español de Fórmula 1, el Meta Campos, «motivo de orgullo para el país». Y ha ejercido de maniquí playero, cantante de videojuego, hombre de banca, actor en CSI...
P.- Sólo le falta presentarse a unas elecciones como político.
R.- Nunca digas nunca jamás, pero no es un mundo que me tiente. Incluso ocupar un puesto destacado, que permita marcar la diferencia, no es algo que me llame de momento.
P.- El pasado año, el Hombre del Año fue Obama. Este año le sucede usted. ¿Es una señal del destino?
R.- Lo dicho, no me atrae.
P.- Supongo que sigue vía internet las refriegas políticas: nacionalistas, azules, rojos, tú o yo.
R.- Desde Estados Unidos se ve con otro ángulo, fríamente, la verdad. No es que me haga gracia, pero no sé si tiene tanta gravedad como se le da en el país. Hacemos una gran bola de cosas que, siendo importantes, no son las únicas.
Al abordar lo político también muestra cintura. En su salto a la fama, el nacionalismo catalán quiso apropiárselo. Sin embargo, ha sabido fundar su propio partido, Gente sin complejos. Presume de origen catalán, pero se reclama español sin ambages. Así hizo desistir a cualquiera que quisiese tirar de la cuerda hacia su rincón e incorporó al éxito la bondad de hacerlo universal y compartido, nota intrínseca en una selección española donde el quinteto inicial hablaba en catalán en muchas ocasiones: Ricky, Navarro, Rudy, Marc y, al frente, Pau Gasol, oro a los dos lados del Atlántico, embajador de un deporte, de un país y de una manera de hacer simplemente recomendable. Hombre del Año 2009.