Lunes, 31 de agosto de 2009. Año XXI. Número:7.196.
CATALUNYA
 
BULEVAR
Branchadell y la lengua de los catalanes
IVAN TUBAU

DILECTO LECTOR de mis entretelas, escribo este artículo de rentrée -pese a que hoy aún estamos en el infierno agosteño- para recomendarle que busque por ahí el magnífico texto de un competidor que por mor de la maldita canícula corre el riesgo de no haber obtenido la atención que merecía. Se publicó en El Periódico el día 5 de este mes que hoy cerramos por fin. Su autor es Albert Branchadell. En la edición catalana, la que manejo, su lección se titulaba La veritat sobre el català. El título parece pretencioso pero es adecuado: el texto dice exactamente lo que anuncia.

Con Branchadell, el sabio más sensato que tiene en estos momentos la lengua catalana -puede que Joan Solà sea aún más sabio aunque desde luego no es tan sensato-, no he tenido apenas trato personal, pero hemos sido compañeros en la Universidad Autónoma de Barcelona hasta mi jubilación el año pasado: él es profesor en la facultad de Traducción y yo lo era en la de Comunicación. Diferencias notorias nos separan -creo que él simpatiza con el catalanismo y yo tampoco-, pero coincidimos en algo sustancial: preferimos constatar la realidad que especular sobre entelequias.

No sintetizaré la argumentación de Branchadell: quiero incitarle a que la lea. Sí, en cambio, cerraré mi texto con algunas evidencias que, a partir de la Enquesta sobre els Usos lingüístics de la Població, nuclean el espléndido artículo del profesor bellaterrense: la lengua mayoritaria de Cataluña es el castellano o español. Es, por ejemplo, la lengua «materna» -término ahora prohibido por el nacionalismo- de 55 de cada 100 catalanes. El catalán lo es de 32 de cada 100. Se registran en el terrirorio otras 298 lenguas, la más extendida es el árabe, hablada por el 2% de la población. O sea: se implementa una Ley de Educación cuya lengua vehicular para la enseñanza es la del 32% de la población concernida, mientras que la del 55% desaparece como tal. En tanto que lengua enseñada («extranjera» pese a ser cooficial), el castellano dispone de dos horas semanales, mientras el inglés tiene tres.

Como muy bien dice Branchadell, la Generalitat «cree que una ley puede llegar a suplantar la realidad». Y eso, le indica el profesor al responsable de Política Lingüística, Bernat Joan, no podría conseguirse ni con una Cataluña convertida en Estado independiente de España: Ucrania lleva 18 años como Estado independiente de Rusia y ha impuesto el ucraniano como lengua oficial única... pese a lo cual «la lengua habitual, normal, común» de los ucranianos sigue siendo el ruso.

ivan.tubau@uab.es

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