Opinión

La hora de los ciudadanos

‘La política hace tiempo que, como necio, confundió valor con precio, porque alguien que no ha tenido una experiencia profesional con riesgo, con dolores de cabeza y responsabilidad no puede entender lo que supone. Por eso considero que el ciudadano puede ser el político con más experiencia, porque para ser político primero hay que ser ciudadano y la alteración del orden de estos dos factores no sólo es peligrosa sino insultante’.

Fernando de Páramo Gómez
martes, 23 de julio de 2013 | 10:16

La actual forma de entender la política en España está herida de muerte. La corrupción, la organización de los partidos y las batallas partitocráticas de derecha a izquierda, por un poder que después no ostentan con garantías democráticas, ha dejado el panorama político español en evidencia. Sin embargo, en este ecosistema artificial que ahora empieza a contaminarse sin remedio alguno, muchos ciudadanos hemos despertado de nuestro aletargo civil y para los que todavía siguen inmersos en ese profundo sueño del confort, espero que después de estas líneas comiencen a desperezarse.

Durante todos estos años, la política de alta cuna se ha esforzado en hacer creer a las personas de a pie que implicarse políticamente suponía más perjuicio que beneficio. Esta concepción de la implicación como renuncia ha intimidado a muchos ciudadanos que han creído que participar en la resolución de sus problemas diarios pone en riesgo muchas de las cosas conseguidas con su trabajo y esfuerzo. Pregunto yo: ¿es incompatible? Por supuesto que no, el problema está en que se ha entendido la política como una profesión, como un oficio que se inicia en la juventud y se abandona con la jubilación. Entenderlo así va en contra no sólo del propio concepto de política, sino también de la idea actual de interacción laboral donde cambiamos muchas veces de trabajo, de ocupación, de residencia o incluso de país.

¿Por qué la política es lo único que continúa estancado en el pasado? Pues porque a muchos les ha interesado cerrar el coto como un submarino e ir aislando los accesos en compartimentos estancos hasta que finalmente la nave ha naufragado. Ahora el político de profesión debe ser el cazador cazado y sólo nosotros podemos conseguir que sea una especie en peligro de extinción si entendemos la política como la participación de todos y somos capaces de elegir a aquellos a quienes la silla les queme más que les duerma.

Muchos de los que nos hemos jugado nuestro dinero en una empresa -pese a nuestra juventud- sabemos lo difícil que es pagar una cuota de autónomo y que sobre algo. Muchos de los que no somos devoradores de subvenciones sino que tenemos que sacar dinero de nuestra cuenta para ponerlo en un proyecto, conocemos el valor del dinero. Pero la política hace tiempo que, como necio, confundió valor con precio, porque alguien que no ha tenido una experiencia profesional con riesgo, con dolores de cabeza y responsabilidad no puede entender lo que supone. Por eso considero que el ciudadano puede ser el político con más experiencia, porque para ser político primero hay que ser ciudadano y la alteración del orden de estos dos factores no sólo es peligrosa sino insultante.

El nuevo ciudadano implicado políticamente tiene que aportar a la comunidad lo mejor de sí mismo y para ello no son necesarios los discursos de tribuna, sino la participación activa en la resolución de los problemas reales que nos preocupan a todos y apoyando a los que reman en esta dirección. Cómo, se preguntarán algunos. Pues, desde luego, no quedándose en casa leyendo las portadas de la prensa, sino entendiendo la política como la puesta a disposición de sus capacidades en un momento determinado de nuestras vidas, para después abandonarlo con la misma celeridad y movidos por los mismos intereses que nos llevaron a entrar. Para ello debemos dejar de ser simples auditores de la gestión política y convertirnos en los autores de nuestras soluciones.

Cada vez estoy más convencido de que hay que recuperar esos valores civiles que los políticos que nos han venido gobernado hasta ahora se han esforzado en anestesiar, haciéndonos creer que la única forma de participar políticamente es manifestándonos con banderas y pancartas. No, señores; ser ciudadano es algo más serio, es preocuparse de la res publica, es decir, de lo que nos concierne a todos, es una obligación y requiere una implicación activa en el debate político para influir en la toma de las decisiones. Porque ahora más que nunca está en nuestras manos, en las de la sociedad civil, en las de todos. Los que nos han traído hasta aquí han agotado su tiempo y han perdido, pero todavía el partido no ha acabado, sino todo lo contrario, acaba de empezar.

“Un ciudadano en sentido estricto se define por ningún otro rasgo mejor que por participar en las funciones judiciales y en el gobierno”. Siempre he admirado como los autores clásicos son especialistas en dejar en evidencia los ciclos del tiempo irrumpiendo con más actualidad que nunca. Y aunque esta frase parezca de ayer, es de Aristóteles. La política es eso y los clásicos lo tenían claro ¿Y vosotros?

Fernando de Páramo Gómez es abogado, periodista y profesor universitario de Comunicación

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5 Comments en “La hora de los ciudadanos”

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  1. Disidente - martes, 23 de julio de 2013 a las 10:56

    Los grandes edificios de la Antigüedad los levantaron parias, esclavos, gente dominada. Como la actual y “democràtica” Cataluña.
    Ahora, cuando el Estado Español es más débil, sumido en la corrupción, la falta de capital y los robos continuados de los Ayuntamientos y las diferentes Autonomías, es cuando se le echan encima las alimañas carroñeras.
    Cuando el viento soplaba a favor, los aristócratas, los burgueses, nacionalistas y golpistas todos, no osaban abrir la boca más que para que papá Estado les diera su ración de bienestar.
    Ahora, visto lo visto, que la Ley persigue las infracciones dinerarias, pues no tiene otro remedio, los nacionalistas ven sus barbas en el cubo de la basura. Antes de que eso pase, lucharán a hierro. Engatusarán a los ciudadanos que hastiados busquen venganza antes que auténticos responsables de su ruina. No nos dejemos engañar. Nosotros hemos levantado Cataluña. Es nuestra. Hay que echar del poder a las alimañas.

  2. Una opinión más - martes, 23 de julio de 2013 a las 11:51

    Me parece bien el contenido del artículo, pero creo que adolece del defecto del ingenuo, no en la acepción del derecho romano, sino en la vulgar de inocencia. Y digo esto porque para que el ciudadano se involucre en las cuestiones de la res pública ha de tener, primeramente, conocimiento y formación, algo que lleva décadas evitándose desde las esferas políticas que se encargan de regular la formación infantil y juvenil.
    Doy por descontado que las clases obreras bajas, residentes en barriadas de segmentación ordenada, están más por el bar de la esquina y el fútbol que por los problemas de su nación, de su ciudad y hasta de su propio barrio, pero, entre las clases obreras medias y altas sí que podemos encontrar individuos que se preocupan de los problemas y, por ello, militan en partidos y en sindicatos.
    El problema es cuando los partidos y sindicatos repiten el esquema de segmentación ordenada y el síndrome del beduino: “el amigo de mi amigo es mi amigo, el enemigo de mi enemigo es mi amigo, el amigo de mi enemigo es mi enemigo, el enemigo de mi amigo es mi enemigo”. Es decir, se conforma en los partidos y sindicatos un esquema que nada tiene que ver con el concepto de ciudadano que se preocupa por la res pública y sí mucho que ver con el holligan. Basta con ver cómo mueve la banderita y lo gestual a muchos militantes de partidos y sindicatos para comprender en qué manos ha quedado la res pública.
    ¿Formar nuevos partidos y sindicatos? Nos falla la base, la formación que debimos recibir en nuestra infancia y que algunos conocimos básicamente: notas en urbanidad, puntualidad, atención en clase, educación cívica (la enciclopedia Álvarez enseñaba a los niños hasta las señales de tráfico, y el servicio militar sirvió a muchos españoles para aprender respeto y tener más conocimientos mediante los textos de las Jefaturas de Instrucción de los tres ejércitos) y autocontrol.
    Del botellón y del mensaje del PSOE a través del alcalde Tierno Galván (jóvenes: colocaos) poco ciudadano responsable puede obtenerse. Por eso, vista la evolución de la juventud en las últimas décadas, digo que es ingenua la pretensión de obtener ciudadanos de esa masa analfabeta y, como siempre en España, todo queda en manos de una elite que ha escapado de la educación pública y gran parte de la privada concertada a cambio de morir al palo del ministerio de deseducación y desinformación.
    He hablado sólo de clases obreras porque entiendo que todos los que hemos tenido que vivir de nuestro trabajo somos obreros, operarios aunque no hayamos trabajado por cuenta ajena.

  3. robertg - martes, 23 de julio de 2013 a las 18:28

    Puedo estar bastante de acuerdo con las ideas de este artículo:
    Ahora es el momento que la sociedad civil rompa con el estado, sus clanes y sus interes y establezca una verdadera democracia.

    Es la hora de que el ciudadano ajeno a la política se meta a fondo en los temas de la política para echar a esos usurpadores que se han estado nutriendo de nuestros esfuerzos desde los diferentes clanes y gruposd e intereses.

    El proceso rupturista que está surgiendo desde la base de la sociedad catalana tiene un objetivo fundamental: devolver el poder real a la sociedad, la nuestra, no la del vecino.

  4. F. Valls - martes, 23 de julio de 2013 a las 20:09

    ¿Referendum de qué? Los separatistas están en las nubes. Cegados y obsesionados, han perdido todo el contacto con la realidad. No saben que muchos de los que vivimos en Cataluña no votamos nuncan en la autónómicas, porque no nos sentimos concernidos por ese tinglado que llaman “Parlament”., que es puro teatro surrealista y tiene menos entidad que “El retablo de Maese Pedro” .

  5. Lehman Sisters - viernes, 26 de julio de 2013 a las 04:19

    Marca la casilla de la Iglesia , empecemos por lo básico en este país .
    Viva las Damas de Blanco .

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