Opinión
Factor de sostenibilidad
‘Existe la idea muy extendida de que las dificultades de los sistemas de pensiones provienen casi exclusivamente de la demografía. Es cierto que vivimos más años y es muy probable que la esperanza de vida siga aumentando. Ahora bien, ¿qué sociedad es la nuestra, que puede transformar uno de los mayores logros de la humanidad en un problema? Es evidente que se pueden plantear diversas formas de distribuir el tiempo del que dispondremos. ¿Cuánto vamos a dedicar a trabajar más y cuánto a ocio, a la familia, a la colectividad o al enriquecimiento personal? Es una cuestión importante y, por tanto, merece un debate en la sociedad para contrastar preferencias individuales, repercusiones sociales y conocer los costes de las diferentes opciones’.
Los sistemas públicos de pensiones son una de las bases del Estado del bienestar. Desde los años 80 (del siglo XX), su privatización ha sido uno de los principales objetivos de las políticas neoliberales y de las principales instituciones económicas y, lo que es peor, a menudo con el apoyo de los gobiernos, muchas veces prescindiendo de su orientación ideológica.
Cabe recordar que el sistema de pensiones públicas se inició en Alemania con Otto von Bismarck (canciller entre 1877 y 1890), aunque no fue hasta pasada la Segunda Guerra Mundial, en el Reino Unido y con un gobierno laborista, cuando se consolidaron de forma definitiva. Aún así, sistemas de economía planificada, como en Rusia y los países de la órbita soviética, también pueden considerarse embriones del actual sistema, pues en ellos se cubrían las necesidades de las personas mayores desde el sector público.
Es decir, en Europa ha existido un sistema de carácter público y obligatorio de pensiones para los trabajadores desde los inicios del siglo XX. Por otra parte, en Estados Unidos, fue Franklin D. Roosvelt quien, en los años 30, estableció unas pensiones de vejez sobre la base de las cotizaciones salariales, aunque muy diferentes a las europeas; el sistema americano estaba basado en el principio del seguro, es decir, dejando los beneficios limitados a la correlación con las aportaciones realizadas mediante el trabajo y gestionadas por entidades financieras privadas.
A finales de los años 70 y principios de los 80, se empieza a implantar con fuerza las estrategias neoliberales, que llegaron de la mano de destacados economistas como Milton Friedman. De forma casi simultánea se empieza a cuestionar los sistemas públicos de pensiones. En concreto, en España fue en el año 1989 cuando se aprobó la ley que permitía la creación de pensiones privadas, prohibidas hasta entonces. La OCDE diagnosticaba, poco tiempo después, que los países industrializados no podrían hacer frente, en un futuro más o menos inmediato, al pago de las pensiones por el envejecimiento progresivo de la población y el aumento de la esperanza de vida. Aún con estos primeros avisos privatizadores, el ataque frontal más fuerte a los sistemas públicos de pensiones se produjo en el año 1994 cuando el Banco Mundial hizo público un informe titulado Adverting the Old Age Crisis (Evitando la crisis de la Vejez) que justificaba, y defendía, los sistemas privados de pensiones.
Sin embargo, todas las predicciones hechas hasta ahora sobre el particular tienen el mismo núcleo duro en su argumentación: la esperanza de vida de la ciudadanía. Las corrientes neoliberales y las entidades financieras advierten de que, de seguir en esta línea de aumento del número de pensionistas, el sistema devendrá insostenible, dentro de relativamente poco tiempo, puesto que al crecer el número de beneficiarios decrecerá el número de cotizantes y, como consecuencia, los gastos de la Seguridad Social serán superiores a los ingresos. La solución a dicho problema la encuentran mediante la proliferación de aseguradoras privadas y eliminando, o reduciendo, el sistema público a su mínima expresión. La base de esta propuesta consiste en lo que se denomina la capacitación individual, y se trata de que cada persona tenga su propia póliza de seguro privado y, llegado el momento, recobre aquello que en su día ingresó con los correspondientes intereses que se hubieran generado.
De no suceder ningún imprevisto, a finales de este mes de mayo el Gobierno de Mariano Rajoy (PP) tendrá sobre la mesa un informe elaborado por un grupo de expertos que ha de ser la base para llevar a cabo una nueva reforma del sistema de pensiones. El eje vertebrador de ese estudio será el denominado factor de sostenibilidad. En realidad, se trata de cambiar los criterios de ajuste de las pensiones y que el IPC deje de ser referencia.
Según parece, en el mencionado documento se pretende que ese factor de sostenibilidad se aplique tanto a los jubilados presentes como a los futuros, también se plantea exigir más tiempo de cotización para cobrar la totalidad de la pensión y alargar la edad de jubilación más allá de los 67 años. La pretensión es clara: si la reforma se plantea sólo para las pensiones futuras el ahorro a corto plazo sería escaso. Por el contrario, si se aplica de a las jubilaciones existentes se reduce el gasto de forma considerable y, además, de manera inmediata.
Rafael Doménech, economista jefe para economías desarrolladas del BBVA y uno de los doce expertos designados por el Gobierno para asesorarle en la nueva reforma de las pensiones, considera que el factor de sostenibilidad será una nueva vuelta de tuerca para “asegurar el equilibrio financiero de la Seguridad Social a lo largo del ciclo económico” y recoger el “efecto de envejecimiento de la población”.
Existe la idea muy extendida de que las dificultades de los sistemas de pensiones provienen casi exclusivamente de la demografía. Es cierto que vivimos más años y es muy probable que la esperanza de vida siga aumentando. Ahora bien, ¿qué sociedad es la nuestra, que puede transformar uno de los mayores logros de la humanidad en un problema? Es evidente que se pueden plantear diversas formas de distribuir el tiempo del que dispondremos. ¿Cuánto vamos a dedicar a trabajar más y cuánto a ocio, a la familia, a la colectividad o al enriquecimiento personal? Es una cuestión importante y, por tanto, merece un debate en la sociedad para contrastar preferencias individuales, repercusiones sociales y conocer los costes de las diferentes opciones. A la vez, se debería considerar el derecho a la libertad de cada cual para poder decidir si continua o no trabajando después de una edad determinada.
El retraso obligatorio de la edad de jubilación puede ser una medida injusta, y además engañosa, porque sus efectos sobre el déficit son bastante limitados. Por otra parte, hasta ahora los mercados no han reaccionado como se esperaba ante las medidas de ajuste. En consecuencia, resulta poco creíble que ante el anuncio de que nos vamos a jubilar más tarde se aplaque la furia de los especuladores.
Nada justifica la urgencia de esta nueva reforma de nuestro sistema público de pensiones. Por tanto, lo primero que se debería hacer es un debate profundo, sereno y transparente, sin engaños ni medias verdades, buscando el acuerdo social. Haciéndolo de otro modo, lo más probable es que se genere inquietud en la ciudadanía, se denigre el sistema y se socave su credibilidad. Y sinceramente, así no.
Bernardo Fernández Martínez es ex diputado autonómico del PSC y consejero nacional de la Federación de Barcelona del PSC
” acuerdo social ” en un país con representantes del Estado luchando por cargarse la Ley ? será broma .
El sistema de Seguridad Social costó implantarlo en España y no se consolidó definitivamente hasta el Texto Refundido de 1974.
Los sistemas de Seguridad Social implantados en el mundo serían:
Sistema Alemán: Parte de que ya en 1810 se obligaba a los empresarios a asegurar las bajas por enfermedad de criados y auxiliares de comercio. Se caracteriza por:
a) Protección por PREVISIÓN más que por técnicas de seguros sociales.
b) Acumulación en el sistema de seguros heterogéneos.
c) Los sujetos protegidos se limitan a los que carecen de medios propios.
d) La indemnización consiste en compensar los salarios perdidos por el evento asegurado.
e) Las primas no se pagan por el valor asegurado sino por la cuantía salarial percibida.
Los otros cuatro sistemas básicos de seguridad social existentes en el mundo son el británico, el soviético, el estadounidense y el neozelandés.
El británico data de 1897 y se basa en la responsabilidad del empresario, concepto que alumbró la seguridad social en España durante la primera mitad del pasado siglo. Se trata de un compacto seguro que atiende todas las contingencias y alcanza no sólo a los trabajadores cotizantes sino a toda la población nacional.
El soviético tiene su origen en la Rusia zarista de 1912 y se caracteriza por cubrir sólo los eventos derivados de la actividad profesional concreta, es decir, el seguro de un operario de fábrica no cubriría los daños recibidos cultivando remolacha, por ejemplo. El trabajador no aporta nada al seguro y es el empresario el que paga la totalidad de la prima.
El estadounidense se conforma entre la New Deal y la Social Security Act (1935) y la ley definitiva de 1950. En 1935 se adoptó la cobertura concreta estilo soviético y en 1950 se amplió la cobertura a todas las actividades laborales del individuo, cubriéndose el seguro con las aportaciones derivadas por contribuciones a empresas y trabajadores. La asistencia y prevención corren a cargo de la Federación y de los Estados.
El sistema neozelandés data de 1938 y es el más completo: todo individuo que baje de un nivel de vida estándar genera un DERECHO CONTRA LA SOCIEDAD, protegiéndose a todos los ciudadanos neozelandeses y todas las necesidades sociales (enfermedad, invalidez, muerte, desempleo…), y se financia con los Presupuestos Generales del Estado.
Hay dónde elegir, tal vez se podría reducir todo el sistema a dos básicos: cobertura por capitalización individualizada (tanto he cotizado y tanto me quedará) o por impuestos generales como en las antípodas. El sistema español es un quiero y no puedo, un querer ser como Nueva Zelanda pero con dinero pedido prestado a precio de oro y para solaz de nuestros turistas sanitarios que nos visitan para recuperarse a costa de los españoles.
D. Bernardo,
• Ud., como siempre, a piñón fijo, exigiendo, al final de su prosa, “un debate profundo, sereno y transparente, sin engaños ni medias verdades”. Pero, como de costumbre, una cosa es predicar y otra dar trigo. Y Ud. predica y su verbo lo delata: ni su discurso es profundo, ni sereno, ni transparente y está preñado de engaños o medias verdades. Dos precisiones sólo:
1. En efecto, a finales de los años 80, en España, como dice Ud., se empieza a privatizar el sistema de pensiones. Pero, Ud. no precisa que la privatización la inició FELIPE GONZÁLEZ, alias Isidoro. Además, fueron los gobiernos socialista, presididos por Felipe González, los que dejaron vacías las arcas de la Seguridad Social y en entredicho el futuro de las pensiones. Fueron los gobiernos de AZNAR los que pusieron remedio a una cosa y a la otra. D. Bernardo, está visto que lo suyo no es la honestidad, ni la transparencia, ni la verdad,… Ud. exige a los demás lo que Ud. es incapaz de dar.
2. Su deposición lingüística, por otro lado, es superficial, propia de un papagayo. Ud. repite sólo algunas banalidades, que no superan la más simple prueba del algodón. La demografía y los incrementos de la esperanza de vida están en el origen de las dificultades y del futuro incierto de las pensiones, repite bobaliconamente Ud. Algunos economistas, que se atreven a pensar (no como Ud., que repite banalidades y lugares comunes), han afirmado y argumentado que LAS PENSIONES NO DEPENDEN DE CUANTOS PRODUCEN (i.e. LA DEMOGRAFÍA) SINO DE CUANTO PRODUCEN (i.e. PRODUCTIVIDAD).
• D. Bernardo, atrévase a pensar; es gratis. Tenga las agallas de decir la verdad. Abandone las mentiras o las medias verdades, que son siempre mentiras. Y abandone Ud. esas medallas de hojalata, que dan una muy mala imagen de Ud.: “ex diputado autonómico del PSC y consejero nacional de la Federación de Barcelona del PSC”.
Sin acritud, como le gustaba decir a su conmilitón, Felipe González, un cordial saludo,
Manuel I. Cabezas
Seguidor y practicante de la doctrina de la HONESTIDAD RADICAL
http://www.honrad.blogspot.com
19 de mayo de 2013
Este señor Cabezas es fantástico. Cuando habla de Aznar se refiere a aquel del trío de las Azores, las armas de destrucción masiva, los amigos del colegio del Pilar, la privatización de Telefónica, el que hablaba catalán en la intimidad, etc, etc. Ah! si, ese del que hoy hemos sabido que le dieron una pasta gansa (600.000 euros) unos amiguetes para la boda de su hija, a cambio de nada claro. Y luego el señor Cabezas quiere dar lecciones y dice ser seguidor y practicante de la doctrina HONESTIDAD RADICAL…jua! jua! jua! que me parto
Y que los panaderos se levanten a media noche para hacer pan para semejantes personajes.
Salud y república.
Rosa
Sra. Rosa,
• Después de leer su deyección lingüística, me he preguntado: la Sra. Rosa, ¿está en sus cabales? o ¿es una sectaria de tomo y lomo? O ¿acaso es, al mismo tiempo, víctima de sus desvaríos y de su sectarismo?
• Ud., como el necio del aforismo chino, se ha dedicado a mirar el dedo que le señalaba la luna. O, como se suele decir por estos pagos, ha intentado empitonar al mensajero, olvidándose del contenido de su cogitación lingüística.
• En mi comentario, sobre el que Ud. despotrica sin sonrojarse, yo reaccioné al texto “Factor de sostenibilidad”, en el que D. Bernardo hablaba del futuro de las pensiones. En mi comentario (estructurado, argumentado y pertinente, se lo subrayo), hacía sólo dos puntualizaciones.
• En la primera, ante la privatización que se avecina con el actual Gobierno de Rajoy —según D. Bernardo y todos los medios— yo simplemente le apuntaba que se había olvidado de precisar que la privatización de las pensiones había comenzado y se había profundizado con los Gobiernos de Felipe González. Y, además, le indicaba que fueron los Gobiernos de Aznar los que permitieron volver a hacer viables las pensiones. Esto no son opiniones. Son datos objetivos, que se pueden verificar si uno consulta las hemerotecas o la bibliografía de la época y si uno no es sectario.
• Precisado esto, es cierto lo que Ud. apunta de Aznar (miembro del trío de las Azores, compadreo con los amigos del colegio del Pilar, poner a uno de sus amigos como presidente de Telefónica,… y muchas… y muchas más cosas que Ud. se ha olvidado en el tintero). Todo esto es reprobable y por ello, Aznar y todos los implicados en corruptelas (de cualquier partido político) deberían pasar por la guillotina, en sentido figurado o no, como le gusta decir al ínclito segundo inútil (después de ZP), Mariano Rajoy.
• Ahora bien, todo esto no puede borrar la realidad histórica: fue Felipe González el que empezó la privatización de las pensiones y fueron los gobiernos de Aznar los que sanearon las arcas de la Seguridad Social. Y añado: fueron los Gobiernos del primer inútil, Zapatero, los que nos han metido en el abismo en el que nos encontramos, y con Rajoy, seguimos cuesta abajo y sin frenos. No ver esto o no quererlo ver implicaría o que estamos ciegos, y debemos pedir el ingreso en la ONCE, o somos unos sectarios redomados.
• Sra. Rosa, no juzgue al que suscribe ni pontifique alegremente sobre él, sin antes molestarse en informarse. La invito a que entre, a que se pasee por HONESTIDAD RADICAL y a que deguste el maná que he ido depositando en ese dazibao, libre y sin censura. Si lo hubiera hecho y si Ud. no fuera sectaria, nunca hubiera emborronado la pantalla del ordenador y contaminado este foro de LVdB.
Manuel I. Cabezas
Seguidor y practicante de la doctrina de la HONESTIDAD RADICAL
http://www.honrad.blogspot.com
21 de mayo de 2013