Opinión
Ilusiones peligrosas
‘¿Cómo vamos a contribuir a que allí donde ha habido una complicidad que nos ha mantenido unidos durante generaciones, lazos de familia que nos han constituido a unos y a otros, todo se destruya porque algunos desean más dinero o más poder para sí? ¿Podemos seguir contemplando esta deriva con indulgencia cuando está haciendo nacer el cisma en nuestro propio seno, en nuestras propias familias, a pesar de lo civilizado de nuestras relaciones?’.
Los separatistas se han quejado hasta la saciedad -es lo que mejor saben hacer- de que los partidarios de la unión sólo manejan los argumentos del miedo, pero me temo que esa crítica tiene el carácter de un eslogan de campaña y que no se han detenido a observar con objetividad lo que surge de sus propias filas.
Cuanto más se acerca lo que juzgan como el momento de la verdad, más se hacen oír voces airadas cuyo ritornelo ha sonado siempre, de forma constante, por debajo del victimismo. No hace mucho escuchábamos el grito, que sólo puede calificarse como de guerra, “o lliures, o morts” y, hace aún menos, este otro que no le va a la zaga: “Votarem amb mala hòstia“. Y sin embargo, tratan de fingir que lo que se contrapone a las soeces amenazas que atribuyen al adversario es la limpia y honesta ilusión de todo un pueblo.
No voy a entrar en los sofismas que subyacen a ese planteamiento de combate, ni tampoco en la descalificación de los otros muchos de que se han valido hasta la saciedad en los últimos meses, derecho a decidir, España nos roba, etc. -habrán observado la estratégica ocultación de los argumentos históricos o esencialistas, sin los cuales, sin embargo, los dos anteriores carecen de todo fundamento-. Muy al contrario, voy a exponer mis ilusiones y las razones por las que sus sueños se me antojan pesadillas.
Deseo y persigo un mundo más justo, más igualitario, más pacífico, donde todos puedan disfrutar de los mismos derechos fundamentales en tanto que seres humanos y donde no haya más límite para la libertad que el que determine el disfrute común de los derechos. No se me ocurre mejor utopía ni otra más en consonancia con el humanismo que ha constituido la vena que alimenta nuestra civilización. En el camino de aproximación a ese ideal, el proyecto secesionista del nacionalismo es una vuelta atrás.
La defensa de la nación por encima de cualquier otra consideración (“primero catalanista y luego socialista”, dijo en una ocasión Joaquim Nadal) es una de los más sólidos obstáculos que frenan el progreso hacia una humanidad unida. Es una descarada exhibición de egoísmo colectivo que, como dijera Bertrand Russell, se condenaría en los individuos pero se disculpa e, incluso, se aplaude en las colectividades. Quienes deseamos la desaparición de las fronteras no vamos a prestar nuestro apoyo a la erección de ninguna nueva dentro de una Europa que, a nuestro juicio, tiene ya demasiadas.
Siendo afortunado por haber nacido y vivido entre el 20% de los habitantes del planeta que disfrutan del 80% de sus riquezas y recursos, estaría idealmente dispuesto a sacrificar una parte de mis beneficios al desarrollo de los menos favorecidos y a la construcción de un sistema de reparto más justo, aunque ello me supusiera una merma considerable en mi bienestar. Pero soy un ser humano egoísta como la mayoría y, en consecuencia, esa decisión, así como las que se refieren a otros muchos aspectos relativos a la naturaleza de la ley y al bien común, no la puedo tomar yo por y para mí mismo, sino que sólo puedo hacerlo de común acuerdo con los demás. Y lo que vale para mí, vale para mi pueblo y para mi región y, por supuesto, para mi nación. El sistema impositivo, debidamente (democráticamente) controlado, es la garantía de que, aunque yo quisiera toda la riqueza que produzco para mí mismo, una parte de ella se invertirá en la promoción de los menos favorecidos. Quienes así pensamos, no contribuiremos a impulsar el incremento de la desigualdad en nuestro entorno cercano.
En tiempos, nos dejamos seducir por un principio simplista según el cual cuánto más próximo esté el poder, más fácil será de controlar por los ciudadanos, pero la experiencia nos ha mostrado la falsedad de ese aserto. No creo que la corrupción esté extendida por todo el sistema, sé sobradamente que era mayor bajo la dictadura, y que ahora -con dificultades- funcionan los mecanismos de control, pero estarán de acuerdo conmigo que hay muestras de ella en todos los niveles de la administración y, atentos, resulta ser mayor allí donde el poder está más próximo. El conocimiento y la cercanía fortalecen los instrumentos de presión de los poderosos y coartan el libre funcionamiento de los sistemas de crítica y de las instituciones de vigilancia. (Podríamos empezar por Marbella y acabar en el caso Palacio, en el cinismo del debate parlamentario del 3% o en la evolución de La Vanguardia, por poner sólo unos ejemplos). Conscientes de ello y de que no es un problema que se resuelva con mero voluntarismo, preferiremos siempre procedimientos de control que sean lo más fuertes posible y que escapen al máximo a una influencia demasiado próxima de la autoridad.
Si me remonto una, dos, tres o cuatro generaciones atrás, mis raíces empiezan a extenderse por todas partes hasta alcanzar un tronco común, una única especie humana al cabo. Nada desearía más que poder mantener relaciones de amistad, cooperación y camaradería con el mayor número posible de mis congéneres. ¿Qué me lo impide? La brevedad de la vida, mis limitaciones y las barreras que artificialmente el tribalismo de la especie ha ido sembrando. ¿Cómo vamos a contribuir a que allí donde ha habido una complicidad que nos ha mantenido unidos durante generaciones, lazos de familia que nos han constituido a unos y a otros, todo se destruya porque algunos desean más dinero o más poder para sí? ¿Podemos seguir contemplando esta deriva con indulgencia cuando está haciendo nacer el cisma en nuestro propio seno, en nuestras propias familias, a pesar de lo civilizado de nuestras relaciones? No contribuiremos a hacer realidad un sueño que tenemos razones para considerar destructivo.
La historia reciente de Europa nos ha alertado -con un coste desmesurado, es preciso admitirlo- acerca del peligro de los movimientos irracionalistas que recurren a las pasiones y a supuestas esencias comunes (nacionales) para fundamentar derechos colectivos anteriores al pacto social por el que nos hemos constituido en ciudadanos, en verdaderos sujetos de derechos. Un consenso extendido no aumenta ni un ápice la legitimidad de esa reivindicación predemocrática (en la medida en que hurta su fundamento a la voluntad libre de los ciudadanos), ni tampoco hace más liviana la amenaza potencial que representa en forma de coacción. Hace poco, Rogelio Alonso, especialista en terrorismo, nos hacía ver cómo la mayoría de los vascos se había doblegado no a la amenaza directa del terrorismo (que, pese a estar muy extendida sólo afectaba de hecho a un porcentaje pequeño de la población), sino a la presión ejercida por los vecinos o al miedo a la exclusión. Quienes hemos vivido la osadía del poder en la Cataluña de nuestros días, que ha impuesto criterios incluso en contra de la justicia y de sus propios compromisos, amparado por el aliento metafísico del pueblo, no contribuiremos a alimentar esa ilusión que puede limitar aun más nuestra libertad quién sabe hasta qué límite.
Me molesta sentirme parte de un pueblo, verme obligado a formar parte de un ente superior a mi voluntad compartida. Me siento más cómodo allí donde me definen como ciudadano. Por ello, no voy a contribuir a la realización del sueño secesionista, que siento que me aleja de mi condición de sujeto libre y hace más remota la realización del ideal cosmopolita. Ciertamente, cada uno de estos argumentos puede reproducirse en relación con la nación española. Pero ese es otro debate al que me gustaría poder contribuir, cuando las peligrosas ilusiones de mis conciudadanos dejen de distraernos de lo verdaderamente importante. Para mí, como para el injustamente olvidado poeta Carlos Álvarez, “lo urgente es acabar con la barrera que separa al hermano del hermano” y no puedo dejar de preguntarme por qué la izquierda no está aquí a mi lado.
Antonio Roig es vocal de la junta directiva de la Asociación por la Tolerancia
DESPRECIO DE LA LEY
“Referéndum, sí o sí, legalmente o ilegalmente” (Artur Mas).
Dios ciega al que quiere perder…
Erasmus
¡Excelente artículo Sr. Antonio Roig!
Separatismo, es inmenso egoismo.
Total, tanta parafernalia, tanto egoísmo, tanto desprecio, para que mañana todo siga igual.
Bueno, casi igual. Los catalanes más divididos y el resto de españoles mirándonos con asco.
Gran articulo Dn. Antonio. Las reflexiones éticas son tan evidentes que espero que a mas de uno le hagan reflexionar sobre la deriva política que se nos avecina.¡ Y la llamada izquierda de perfil ¡
Magnífico artículo. Cualquier buen ciudadano, cualquier buena persona, lo debe asumir plenamente.
Basta recorrer el pasado de muchos lugares de Europa para reconocer muchas situaciones que se están dando ahora en Cataluña como peligrosamente iguales a las que se dieron en la Alemania del nacionalsocialismo, en los Balcanes…
Artur Mas y compañia juegan con fuego, juegan con la libertad, juegan con el bienestar, menosprecian la lengua propia de muchos catalanes, menosprecian las leyes, buscan un supuesto enemigo exterior, manipulan la opinión pública a través de TV3, Cataluña Radio y a través de los medios “privados” que tienen comprados con subvenciones. Generan odio…
…y el odio (contenido unas veces y manifestado otras) lo sufrimos todos los días los que no seguimos el rebaño y pensamos libremente .
Mi desprecio y rebeldía permanente hacia ellos.
CAMACHO AVISA: CIU BUSCA EN SERIO LA INDEPENDENCIA
La presidenta del Partido Popular Catalán y candidata a la presidencia de la Generalidad, Alicia Sánchez Camacho, lo ha avisado: CiU va en serio con la independencia.
“CiU busca en serio la independencia, no es una actitud táctica para que les den unos duros más”, ha declarado Camacho. El catalanismo quiere la independencia no solo por razones económicas. Ya han dicho con toda claridad que si les dieran la hacienda propia no dejarían de propugnar el Estado propio soberano. Solo su debilitamiento electoral les frenará.
Cosa diferente es si la independencia que buscan los catalanistas es posible. Por si acaso ningún no independentista puede dar su voto a CiU (la principal fuerza independentista y la única peligrosa) el 25N, pues estaría favoreciendo la independencia que no quiere. Aunque se lo haya dado en elecciones anteriores. ¿No fueron votos no independentistas la mitad de los votos de CiU en 2010, cuando CiU superó los 60 diputados autonómicos?
Ahora los no independentistas no pueden darle su voto a CiU porque en estas elecciones la posición independentista de CiU es explícita, ya que por primera vez figura en su programa electoral lograr el Estado propio soberano para Cataluña.
EL PPC SE SITÚA A LA IZQUERDA DE CIU
El Partido Popular Catalán se sitúa claramente a la izquierda de CiU. Como se puso de manifiesto durante la negociación de los presupuestos de la Generalidad, cuando el PPC trató de lograr (con poco éxito) que CiU recortara gasto en las partidas de gasto identitario en lugar de hacerlo en las de gasto social.
CiU tiene muchos puntos de contacto con la Liga Norte italiana, considerada en Italia y en toda Europa una formación de ultraderecha. El desacreditado lema de la Liga Norte, ‘¡Roma ladrona!’, tiene traducción catalana en el ‘¡España nos roba!’ de CiU.
Erasmus
Excelente artículo. Debías prodigarte un poco más.
Y unas precisiones.
Se nota que no eres político y necesitamos personas como tú, en este mundo que se dediquen a la política.
-Ninguno de nuestros políticos se atreven a afirmar, ni incluso decir y menos dar ejemplo a tu afirmación: …” estaría idealmente dispuesto a sacrificar una parte de mis beneficios al desarrollo de los menos favorecidos y a la construcción de un sistema de reparto más justo, aunque ello me supusiera una merma considerable en mi bienestar”.
-Por tu aseveración anterior se nota que eres una persona noble y un poco cándida (perdóname), al preguntarte el “por qué la izquierda no está aquí a mi lado”
Bien sabes la respuesta. Eres inteligente y con una formación que es envidia de muchos de los que te conocemos y te queremos.
Y sirva de refresco para algunos el hecho de que fuiste elegido como presidente de la Comisión de Garantías y la persona más votada en el primer Congreso de C`s. Los que te votaron sabían lo que hacían. Eras la persona ideal. No los defraudaste y dimitiste de tal cargo, nunca mejor dicho. Contigo C’s hubiera tenido menos “problemas”.
La respuesta es bien fácil; el hecho que presuman de izquierda, no quiere decir que lo sean. Y no lo son. Los partidos autodenominados de clase y de izquierda son tan sólo pantalla para controlar a la “clase” obrera, como miembros del PUC del que forman parte. Tú citas a uno de esos controladores, a Nadal de los “Nadales de toda la vida”, él controlando al PSC, un hermano de director, que fue de El Periódico y otro La Universidad de Gerona, y todos ellos, estoy convencido de acuerdo con la afirmación del exalcalde de Gerona y excandidato a la Generalidad, (“primero catalanista y luego socialista”).
¿Puede una persona de izquierdas y para más inri, socialista, hacer compatibles conceptos que son por “definición” son tan antagónicos?
Y por último la que me resulta más triste. Afirmas:…” sé sobradamente que era mayor bajo la dictadura” ¿De verdad? Me gustaría creerte, pero no puedo. Sinceramente creo que la hemos superado. Te doy unos ejemplos. Conozco a bastantes alcaldes de aquella época que perdieron dinero y desde luego no ganaron e infinidad de personas que ganaron oposiciones a todo tipo de trabajos siendo antifranquistas. Alcaldes democráticos de algunas de esas mismas poblaciones, hoy “cesantes” no tienen necesidad de seguir trabajando. Cosa imposible en aquellos. Y con ello no quiero decir que hayan sido corruptos, pero sí que sus ingresos les permiten vivir hoy sin trabajar en sus profesiones anteriores, en el caso de que las tuvieren. También, conozco a un electricista que sigue siéndolo y fue uno de los poquísimos valientes, el 23 de febrero. Y, en cuanto al trabajo, ¿conoces alguno que haya logrado entrar por libre oposición en las múltiples empresas públicas, que se han creado en estos años?
Y, ¿qué tipo de democracia es la nuestra, si por el poder ejecutivo no se respetan las propias leyes ni las sentencias del judicial? Y, las leyes, siempre parecen favorecer al poderoso. Y algunos o bastantes corruptos siguen en la calle o si entran en chirona, por una puerta, salen rápidamente por la otra.
La dictadura, denominaba a su “sistema”, “democracia orgánica” y las del bloque “socialista” las llamó “populares”. Nos debemos nosotros conformar con llamarla “imperfecta” ya que es imposible denominarla, sin calificativo alguno, como podemos hacerlo con la suiza, inglesa… y otras que realmente lo son?
Espero tus próximos artículos.
Comparto plenamente el sentimiento del Sr. Roig. Me siento especialmente reflejado en la molestia de ser incluido en un “pueblo” aborregado y dirigido hacia el desastre por un pastor advenedizo con sed de poder e irresponsabilidad sin límites. Si a algo llego es, como el autor, a sentirme “ciudadano” y para ellos iría mi voto si me hubiese sido posible ejercer mi derecho desde el extranjero, donde resido. Desconozco las razones de no haber podido participar, sospecho que mi voto puede haber sido considerado “prescindible”.
“Los separatistas se han quejado hasta la saciedad -es lo que mejor saben hacer- de que los partidarios de la unión sólo manejan los argumentos del miedo”
Pues para que vean los separatistas que el unionismo de los lealistas esconde mucho de humanismo, un vídeo a compartir en complicidad con toda nuestra gran familia:
Bonhomía e inteligencia producen estas reflexiones. Gracias Antonio
Este artículo me despierta la esperanza de la libertad, de la sensatez, y de la hermandad entre iguales. Enhorabuena. Aun hay vida fuera de las estrellas punzantes, egoístas, demagógicas, radicales, xenófobas, irracionales, supremacistas…
Salud.
Antonio, aunque hay quién se ha atrevido a llamarte ingenuo, es precisamente esa sospecha lo que hace que pensamientos así, y así de bien dichos, merezcan la pena defender. Hay en él una grandeza ética que no tiene nada que ver, ni con la ingenuidad ni con la ignorancia, sino con la reflexión desinteresada. ¡uuuff!
Salud, Antonio.
Un buen articulo sin duda. Solo un problema, que la evolución nos moduló como individuos y no como colectivos y que un individuo normal sin una buena dosis de egoismo fundamental, no puede ni salir de casa si no quiere que se lo merienden los depredadores.
Mientras los colectivos son los hijos de hombres mentalmente fuertes pero sin escrúpulos, que montan un rebaño para su explotacíón y lo esquilman hasta su extinción.
Lamentablemente en Cataluña veo que son demasiados los que no les importarìa aparentemente dejar de ser ciudadanos y pasar a formar parte de un colectivo identitario, que como premisa obliga a los conversos a dejar su propia identidad antes de formar parte del mismo
La izquierda política es como el PPC , se ha prostituido a la burguesía separatista .
Extraordinario artículo.
Yo no solo me pregunto por qué la izquierda no está a mi lado, sino porqué está enfrente. Cuando desde la izquierda, lo consustancial a ella sería luchar contra las discriminaciones y los privilegios que, entre otros, los nacionalismos pretenden.
Salud.
Muy bueno. Porque trata exactamente de lo fundamental en el mundo: La solidaridad entre todos los hombres.
Sin tapujos como los que algunos, que no creen en ninguna solidaridad ni en ningún sacrificio en beneficio de ningún desfavorecido, tratan de ocultar sus vergüenzas cuando hablan de “límites a la solidaridad”.
Quiere Antonio que la izquierda esté a su lado. La izquierda en este país no sabe en qué lado está, ha perdido todo referente. Puede que esté al lado de Antonio pero como no lo percibe ni lo sabe por la desorientación que tiene…
Buen artículo pero una pérdida más de tiempo con la majadería esta de la independencia.
Repito mi ruego: centrémonos en las agresiones lingüísticas a todo nivel. Todo lo demás lo están utilizando sólo para distraernos de nuestro primer y único objetivo.
No dispersemos esfuerzos.