Hoy cumple un año el movimiento de los indignados. Felicidades; estoy con vosotros. Esperemos que los detenidos -ocho más, la última noche- sean puestos en libertad lo antes posible. Al parecer, según testimonio de varios de ellos, incluso ajenos al movimiento, el trato ha sido contrario a las más elementales normas constitucionales; así, a una chica, le han roto el labio, en comisaría, de un guantazo.
Ha sido tal el despliegue policial que sólo cabe calificarlo de desproporcionado; en el número y en las formas. Ha habido ocasiones en que había más policías que concentrados y aquellos han actuado envalentonados, amparados por el poder ejecutivo y judicial, contra quienes cuestionan el sistema y demandan, entre otras cosas, una verdadera división de poderes.
Para los que piensan que lo miembros del 15M son unos tirados, les informaré de que su perfil es el de un universitario, de 33 años y muy de izquierdas –o sea, joven, preparado y progresista-; además, el 70% dice que su situación económica es buena o muy buena pero tiene miedo del paro. La Fundación Alternativas ha publicado un estudio que desmonta mitos sobre sus participantes y perfila un retrato del indignado como una especie de Robin Hood contemporáneo.
Los críticos con el mismo, afines al poder económico y a sus marionetas políticas, les acusan de no aportar nada nuevo. Sin embargo, y a diferencia de los grandes partidos tradicionales -que se reparten cargos, subvenciones y fidelidades- el 15M, si por algo se caracteriza es por sus propuestas novedosas de cambio. Incluso las han catalogado y suman 14.700. Entre ellas, la solicitud ciudadana mayoritaria, que quizás a algunos no agrade escuchar, va en la senda de la supresión de los privilegios de los políticos.
Además, los expertos sectoriales ven viables muchas de ellas, por ejemplo, en el campo económico: acortar la jornada laboral para reducir el desempleo, que el stock de casas sin vender se convierta en vivienda pública en alquiler… Hay muchas más. Lo que reivindica el 15M, en definitiva, es la creación de un ágora ciudadana. Una plaza, un espacio público, en el que cualquier ciudadano pueda expresar su disconformidad y sus propuestas. Me parece una gran idea, digna de apoyo, pues, adelanta el futuro para hacernos avanzar más rápido; además, siempre he sentido debilidad por las causas perdidas y por los perdedores que las protagonizan, pues, muy de vez en cuando, anuncian la revolución que, de un plumazo, barre las instituciones que han dejado, hace tiempo, de tener sentido.
¡Quizás con el 15M algunos se equivocaron! Siempre hay tiempo para rectificar. Continuamos en la lucha.
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Federico Llosa Marsé (Barcelona, 1966). Sigo perteneciendo, aunque
no me lo pongan fácil, a una especie en peligro de extinción en nuestra
sociedad barcelonesa; la de los hombres honrados, sensibles y orgullosos.
Pretendo con este blog despertar la conciencia de la mayoría de mis
vecinos, poner el cascabel al gato y enceder la llama de la esperanza ante
tanta miseria como nos rodea. Si quieres comentarme o denunciar algo de
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