La lengua es sólo un síntoma, el problema es otro
‘Hago un llamamiento, humilde pero contundente, a todas las asociaciones y partidos políticos afines, para que se reúnan y lideren unidos acciones que vayan en la línea de apoyo a los alumnos y padres de los mismos que se nieguen a iniciar el próximo curso bajo el yugo opresor del nacionalismo excluyente. Propongo como acto inicial, una gran manifestación contra la imposición de la inmersión lingüística en la enseñanza pública catalana y por la reintroducción del castellano como lengua vehicular a celebrar, por ejemplo, el 21 de abril de 2012 en Barcelona. Queremos una Cataluña para personas iguales, tanto catalanoparlantes como hispanoparlantes, con la mano abierta al otro’ (Federico Llosa Marsé).
En ocasiones, nuestros pensamientos se traducen en deseos que algunos recogen al viento y se convierten en hechos. El acto que se celebrará mañana en el Teatro Goya de Barcelona, en palabras de Jesús Royo, presidente de Ágora Socialista, puede ayudar a que el bilingüismo salga del armario haciendo de la cita una fecha histórica.
Aunque, en mi opinión, la convocatoria del mismo podría haberse hecho mejor, es decir, compartida por todas las fuerzas políticas representativas, las asociaciones y ciertos referentes intelectuales del movimiento no nacionalista, y entiendo ciertas críticas respetables, también comprendo las razones basadas en las premuras de tiempo y las dificultades inherentes a la organización; en todo caso debe prevalecer, en estos momentos, la unidad de acción en la defensa contra un síntoma -importante- como es la discriminación que sufrimos los ciudadanos no nacionalistas en Cataluña por razón de lengua, en este caso por la imposición obligatoria de la inmersión lingüística en catalán en la escuela pública.
Sin embargo, si el árbol no nos dejase ver el bosque estaríamos haciendo el juego al nacionalismo. El problema es la ideología reaccionaria que representa, la injusticia social que se deriva, la corrupción que esconde y el autoritarismo que desprende. Todo unido conduce a una crisis económica que profundiza en la que ya nos rodea y, lo que es peor, a una crisis de valores éticos morales.
Repasando la hemeroteca, recupero hoy un artículo de uno de los intelectuales promotores de la asociación Ciutadans de Catalunya, Félix Pérez Romera, Los Budas de Cataluña, aparecido en El Mundo el 15 de julio de 2008, por continuar estando plenamente vigente y por ayudar a la tarea de saber separar el polvo de la paja:
‘Si en los años 70, Cataluña era la economía más potente y la locomotora de España y no existía el autogobierno ni una clase política local con tanto poder y capacidad de decisión autónoma, lo sorprendente es que la casta política de Cataluña pida más poder para solucionar el preocupante declive económico. Los problemas no parecen venir por falta de capacidad de decisión sino al contrario y la prudencia desaconseja profundizar en ese autogobierno, podría ser catastrófico para la economía. Continuar con la receta que tan malos resultados ha dado parece la peor de las soluciones. Las profecías que se lanzaban al pedir más poder no se han cumplido.
¿Qué ha motivado que la transferencia de poder hacía Cataluña haya tenido ese resultado? Destaquemos que la razón básica para pedir más autonomía, no era su pretendida eficacia, sino que al ser Cataluña una nación, el autogobierno es un derecho. Una razón nacionalista avalada por la izquierda oficial catalana. Y han sido los nacionalistas los que han estado gobernando en Cataluña desde la llegada de Pujol en los 80, y solo cuando los sectores pro Montilla del PSC han dado pruebas de su conversión ideológica ha podido éste llegar al poder.
¿Cómo han gobernado esos nacionalistas un presupuesto que ronda los 6 billones de las antiguas pesetas? El nacionalismo es una ideología que adapta a la modernidad modelos políticos del antiguo régimen, y vemos que lo que han hecho es introducir, en la arena política y en su práctica cotidiana, la etnia, el concepto que mejor se adapta a la concepción de la identidad que el nacionalismo propone. Así en Cataluña se ha gobernado durante años con criterios étnicos, y ello ha tenido consecuencias respecto a los resultados globales conseguidos, también en el terreno económico, en aquello que afecta al bienestar de los ciudadanos.
Cataluña es, y era, una sociedad plural, donde conviven diferentes identidades y si un grupo étnico, es decir un grupo de ciudadanos con una determinada identidad -en el caso catalán, centrado en la lengua, utilizada como elemento clasificador de identidades étnicas- pretende tener la legitimidad exclusiva en el territorio y adapta el sistema político a esa pretensión, las políticas implementadas tendrán resultados nefastos para la economía y también para el bienestar de los ciudadanos, y por supuesto para la calidad de la democracia.
Cuando llegaron al poder, convivían dos lenguas principales, algo considerado incompatible con su modelo identitario, basado en un retorno a un pasado idílico a recuperar, pues se perdió, interpretan, a causa de una “violencia antigua” que era de justicia reparar. Se quería un masivo cambio de identidad, a partir de un cambio en los usos sociales de la lengua, y que se pasase de la lengua “impuesta” a la “propia”. Convertir al catalán en lengua única de la administración, lo que en cualquier sociedad se considera lengua oficial, no fue suficiente y subordinaron la economía a ese fin, inyectando recursos públicos para premiar la adscripción identitaria “correcta” y si los “otros” no aceptaban la jerarquía étnica “correcta” no entrarían en el reparto.
La lengua española, pasó de ser una herramienta de proyección externa de primer orden en determinadas zonas del planeta, a ser vista como un problema para sus objetivos lingüísticos, y por ello, como para los talibanes afganos con los Budas de Abiyán, era digno del cañoneo. Pero no sin consecuencias en un mundo en el que las ventajas competitivas son básicas, y talibanizar el gobierno y dinamitar los sacrílegos budas -el español como el buda más peligroso- supuso dinamitar también la economía. Y si se afectaba al tejido productivo, como por ejemplo la industria editorial en español, que fue la primera del mundo, no importaba, era un resultado ya previsto y descontado.
La imbricación identitaria de amplios sectores de la población con España era otro problema a solucionar, aunque se afectase al mercado más importante de la economía catalana, que fue visto como otro sacrílego buda en vez de un valor. Desde diversos agentes políticos catalanes, incluidos personas del propio gobierno, se dinamitó la marca Cataluña en el resto de España. Pero no importaba, lo prioritario era la lengua, la identidad, la construcción de un espacio nacional y no el declive económico.
Los budas sacrílegos a dinamitar ante la primacía de los objetivos lingüísticos fueron muchos. La mitad de la población también era sacrificable, y los que no encajaban en su modelo fueron obviados en la acción de gobierno, que actuó de espaldas a esa población. Se dilapido el potencial humano existente en aras de la supremacía étnica, construyéndose una imprudente e injusta dualidad social. Con semejantes prioridades no se tardó en comprobar que el capital externo prefería otros horizontes menos rígidos a los que llevar su inversión… y a sus empleados, pero el fin merecía cualquier sacrificio, sobre todo si son otros los que lo pagan mientras se observa el resultado desde la moqueta oficial.
¿Pero no han visto el resultado para la economía? Claro, pero es la ventaja de pasar todo por el tamiz de los estereotipos: los causantes del desaguisado son los otros, los españoles, y recetan más de lo mismo, más nacionalismo, más identidad, más etnia y más lengua. Pero el rey está desnudo y ahora ya es perceptible que pretendiendo la subordinación étnica no se puede construir una sociedad más justa, ni un funcionamiento eficiente de la economía que beneficie a todos, en bienestar, en sanidad o educación. Solo recuperando la función de comunicación que tiene la lengua y contando con las dos lenguas que se hablan de forma mayoritaria en Cataluña se conseguirá acabar con la dualidad entre el mundo oficial y la sociedad real. Solo recuperando la marca Cataluña en su mercado más importante podremos revitalizar nuestro mercado laboral. Y es fácil, para empezar dejen de subvencionar entidades cuyo único objetivo apreciable es acabar con la buena imagen de esa marca.
Y solo conociendo las realidades sociales de la unidad política a la que se pertenece se puede saber si la distribución de recursos es o no justa, y para ello hay que intervenir políticamente en todos los niveles y territorios y eso exige partidos políticos que tengan como horizonte no una autonomía sino el conjunto de la unidad politica real. Es una necesidad para España, paso previo a intervenir en la UE y poder controlar la burocracia ejecutiva de Bruselas’.
Excelente artículo y muy medido. Lo importante es que tengamos todos la tranquilidad y madurez emocional para que la reunión sea un éxito. La serenidad emocional es muy importante, la serenidad no es incompatible con la firmeza, todo lo contrario, la serenidad emocional dará mucha mas profundidad y seriedad a nuestro reclamo, le dará mucho mas peso.