Opinión
29M: ¡A la huelga general!
‘Las preguntas que se hace el poder del dinero son muy simples: ¿por qué vamos a renunciar al inmenso negocio que hay en las políticas sociales de los ciudadanos? ¿Cuánto beneficio perdemos si no intervenimos en la escolarización, en la sanidad, en las pensiones, en la asistencia, en la seguridad…? ¿Acaso no lo hacemos en el transporte, en la vivienda, en las carreteras, en la alimentación, en el vestido…?’.
Hacemos nuestro el contenido esencial del mensaje de Miky Corregidor. Esta huelga general es necesaria; es una legítima respuesta a la ofensiva de demolición de los derechos de los trabajadores y de las estructuras que los hacen posible. Además, no debe ser un hecho puntual, debe ser continuada por la acción política y sindical de naturaleza consistente y de objetivos consustanciales con la izquierda. Estamos ante una etapa más de la ofensiva del poder que respalda al capital, en detrimento del poder que respalda los intereses mayoritarios de los ciudadanos.
En el llamado mundo occidental, por tanto, también en Europa, también en España, se viene produciendo un desajuste, de fuertes consecuencias, entre el poder del dinero y el poder de la política. Este desequilibrio está convirtiendo las instituciones políticas en entes simbólicos, ocupados por plantillas hipertróficas (de lo que sabemos demasiado en este Estado de las autonomías), cuya acción política deviene en pura representación, resultando inerme ante el discurrir de la realidad, que va por delante, que discurre al margen, que supera su ámbito y que escapa a su intervención.
Ello se debe a factores de ineficacia política, pero también a la irrupción paulatina e imparable de una infraestructura de comunicación, de operativa y de acción no presencial de ámbito universal: la llamada globalización. Los factores que atribuía a la ineficacia política (debería hablar de erosión de la eficacia, o directamente, de torpedos a esa eficacia) se remontan a bastantes años atrás.
La finalización del respaldo del dólar mediante las correspondientes reservas de oro (Acuerdos de Bretton Woods), implicó la invasión del dólar como divisa internacional, la consiguiente extensión inflacionaria y el papel secundario de las instituciones europeas. Años más tarde, la política encarnada por Ronald Reagan de desregular los mercados, apoyada en la tesis de que éstos se gobiernan por sí mismos, por la lógica interna de su funcionamiento, añadió un nuevo empujón a la inutilidad de las instituciones, tanto americanas como de los otros países.
La continuidad de Reagan, en Europa, se llamó Margaret Thatcher; ésta se empeñó en desmontar el poder de los sindicatos ingleses y su influencia en los programas y en las políticas del partido laborista. En efecto, lo consiguió con creces. Los sindicatos pasaron a desempeñar una influencia testimonial. El partido laborista, y su nuevo laborismo, de la mano de Tony Blair, se dedicó a realizar las políticas propias de sus oponentes.
A este panorama occidental hay que añadir un hecho de importancia capital en la transformación del mundo que nos resulta más próximo: la caída del muro de Berlín. Esta iconografía del derribo y conversión en cascotes escenificó el fracaso de un modelo alternativo al capitalismo. Un sistema que tenía que dar respuesta a las necesidades totales de la sociedad y a las de cada uno de sus individuos, se venía abajo y mostraba que fue más vulnerable al deseo de Coca-Cola y de tejanos de sus jóvenes, que a los arsenales de cabezas nucleares de EEUU y de la OTAN. Permítanme el uso del sarcasmo fácil para sintetizar algo tan complejo y tan pendiente de abordar desde una postura de izquierda crítica.
La caída del muro pudo significar la liberación de una gran parte de la sociedad, llamada socialista, que deseaba sacudirse la tiranía de unas nomeklaturas fosilizadas, que habían convertido los postulados de la igualdad en parapeto de privilegiados, y que habían pervertido la creatividad y las iniciativas individuales, anulándolas, combatiéndolas y persiguiéndolas; calificándolas de disidencia enemiga vendida a occidente. Pero para los países occidentales tuvo otras consecuencias negativas, cuya materialización se ha ido evidenciando con los años, y su crudeza está, en estos tiempos, en pleno apogeo.
Estamos hablando de acontecimientos sucedidos hace pocos años, de un periodo relativamente breve en términos históricos. Recuérdese que el propio Reagan, en su primera campaña electoral, el punto que más enfatizaba era que, con él en el poder, dejaría de crecer el número de países que engrosaban el bloque socialista. No eran amenazas para timoratos, es que realmente en ese tiempo, cada año había dos o tres países del mundo en los que triunfaba la revolución marxista (incluso se especulaba con que los propios EEUU podrían encarnar el modelo perfecto para el cambio de sistema de producción).
Por lo tanto, acabada la II Guerra Mundial, con una división estanca de bloques y de economías antitéticas, y existiendo un mundo socialista que empujaba a los países pobres hacia soluciones revolucionarias, el llamado mundo occidental, especialmente sus poderes fácticos, aceptaron y permitieron mejoras en el mundo de las clases humildes, vía instituciones representativas, partidos y sindicatos, vía instituciones de proyección social inspiradas en la democracia cristiana y en la socialdemocracia.
En suma, las excelencias teóricas del estado de los trabajadores se combatieron permitiendo el llamado Estado del bienestar, cuyos exponentes mejor acabados han sido los países nórdicos, y en menor medida los de Europa central y Canadá. Ese Estado del bienestar que en la Europa más pobre y periférica ha tenido una implantación más escasa, y en los EEUU ha sido obstaculizado por el Partido Republicano, alimentado por el Demócrata, aunque ambos limitados por el paradigma de la libertad de empresa y el axioma de que el triunfo personal es solo cuestión de trabajo, perseverancia y mérito personal, porque las oportunidades están abiertas a todo el que las busca y desea.
Imposible ignorar dos actores de relieve en esta compleja situación: Japón y China. El primero irrumpe en la economía occidental años más tarde de su desgraciada peripecia en la II Guerra Mundial. Su situación de posguerra no podía ser más calamitosa: fuertes sanciones por su condición de derrotado; el horror, el drama y las secuelas inconmensurables de sufrir en carne propia los efectos de dos bombas atómicas (lanzadas, según opiniones autorizadas, tras haber comunicado su rendición, porque había que probar sus efectos en seres humanos), con las infraestructuras destruidas, sin plan Marshall que le ayudara y sin posibilidad legal de reconstruir su Ejército.
En estas condiciones se lanza a la reconstrucción y a la satisfacción de lo más perentorio, al tiempo que a producir productos baratos, de escasa calidad e imitaciones, como método para la obtención de divisas y de intercambio comercial con el exterior. Con la psicología propia de una población paciente, laboriosa y aplicada, a pesar de las dificultades y sanciones, en pocos años, los productos japoneses van cambiando radicalmente su naturaleza. De ser objetos propios de bazares marginales han pasado a ser ejemplos de tecnología, eficacia y diseño. En muchos apartados de la economía avanzada han pasado a tener una posición de liderazgo indiscutible. El mundo de la automoción ejemplifica el paradigma japonés. Pero lo que importa en estas citas es su más que notable papel mundial en el mercado, en las finanzas y en las relaciones que de ello se derivan.
China también se ha convertido en un actor de primerísimo rango en la economía mundial. De conformar tándem con la URSS en la economía socialista, a pesar de los recelos y desconfianzas recíprocas, entre ambas, parecían señalar la extensión del socialismo real como destino inevitables de la historia.
Pero a diferencia de la URSS, la China actual no es el resultado de una descomposición interna imparable hasta hacer inviable el país. La evolución de China ha deparado un producto nuevo de la historia, un híbrido inimaginable, atendiendo a los postulados apriorísticos con que se contaba: un país de economía capitalista, en buena parte de capitalismo de Estado, con una estructuración social y laboral de jerarquía comunista y la convivencia interna de los dos modelos, en un ejemplo de acomodación insólita, de experimento, con un crecimiento espectacular, con unos tributos medioambientales y una demanda de energía insostenibles, y lo que es más difícil de digerir, con un malestar social y laboral que genera una tasa de suicidios aberrante y un insensible desprecio por los derechos humanos, según los entendemos en el mundo occidental. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta dónde?
Así pues, estamos ante una geografía económica universal e interrelacionada, compuesta principalmente por la menguante Europa, la decadente EEUU, Japón y China; a los que hay que sumar economías crecientes y poderosas como India, Brasil, Argentina y otras, la nueva Rusia y los países del petróleo, que juegan un papel imprescindible en tanto que proveedoras de energía, materias primas y capacidad de jugar con enormes recursos financieros.
En esta geografía universal, la globalización, en tanto que herramienta de comunicación, de operativa y de acción no presencial, se desenvuelven las compañías multinacionales y las corporaciones económicas, sin límites, sin reglas efectivas que coaccione o determinen su acción. Ello se debe a que el ámbito de acción de estos actores es universal mientras que los ámbitos de control son estatales (los entes supra estatales ni tienen instrumentos ejecutivos o coactivos de relieve, ni quieren tenerlos). Simplemente, los jugadores lo hacen en un terreno y los árbitros actúan en otro, pero entre ambos no hay coincidencia. ¿Cómo pedir responsabilidades por el desastre de Bophal (India) a un causante que responde en EEUU, cuando no en Suiza o en Luxemburgo?
Para ir concluyendo: decíamos que estamos ante una etapa más de la ofensiva del poder que respalda al capital, en detrimento del poder que respalda los intereses mayoritarios de los ciudadanos. El poder que respalda al capital tiene un campo de juego universal e ilimitado; el poder que respalda los intereses de los ciudadanos, cuando existen instituciones democráticas, tiene un campo limitado y disperso (además de otras degradaciones, infiltraciones, corrupciones e imposturas). El poder que respalda al capital no teme a ningún contrapoder, simplemente porque no existe.
En estas condiciones, las preguntas que se hace el poder del dinero son muy simples: ¿por qué vamos a renunciar al inmenso negocio que hay en las políticas sociales de los ciudadanos? ¿Cuánto beneficio perdemos si no intervenimos en la escolarización, en la sanidad, en las pensiones, en la asistencia, en la seguridad…? ¿Acaso no lo hacemos en el transporte, en la vivienda, en las carreteras, en la alimentación, en el vestido…?
Nunca antes ha habido una situación tan desigual. Nunca la zorra ha tenido más libertad en el gallinero. Por ello decimos que la huelga anunciada no debe ser un hecho puntual, debe ser continuada por la acción política y sindical de naturaleza consistente y de objetivos consustanciales con la izquierda. Pero añadimos, la izquierda tiene que reflexionar, redefinirse y recrearse. Si llamamos izquierda a líderes, partidos y sindicatos que nos hacen sentir vergüenza y tristeza, efectivamente, el capital tiene razones para no temer a ningún contrapoder.
Olegario Ortega es vicepresidente de Ágora Socialista y militante de UPyD
Hoy lo dificil es saber quien es trabajador,quien es rico,quien es el poder.
¿Candido Mendez,es un trabajador o uno que vive como un rey de los trabajadores? Dificil respuesta.
¿Amancio Ortega,tiene una empresa con miles de trabajadores, no es un trabajador?Dificil respuesta.
Mariano Rajoy,presidente del Gobierno,tiene poder,trabaja sabados y domingos,no es un trabajador?Dificil respuesta.
Solo veo trabajadores,gente que no para de trabajar.Lo que llamamos poder,tengo la sensacion que no existe.
El 29 de marzo sobran motivos para la HUELGA GENERAL y es una gran oportunidad para que los ciudadanos nos movilizemos en defensa de los derechos de los trabajadores que, en definitiva, son también los de aquellos ciudadanos que estando ahora en situación de desempleo, en un futuro se insertarán en el mercado de trabajo. Coincido: 29M: ¡A la huelga general!
Creo que tanto la forma como el fondo de este post está desfasado de la realidad actual y toda esta charanga sobre el poder del dinero está obsoleta.
Lamento que un militante de UPy D nos salga con monsergas decimonónicas con la que está cayendo.
Necesitamos ideas nuevas y no recetas antiguas.
a lo mejor es que todos trabajan para ese poder oculto, a lo mejor tienen que trabajar menos pero para las personas, yo ya estaria contento, no por mucho trabajar se hace mejor trabajo
Angel, es mucho más fácil:
la sociedad está dividida en explotados (trabajadores asalariados) y explotadores (grandes empresarios).
Entre medio, la casta política y todos los que viven de sus subvenciones.
Y, al margen, los autónomos que carecen de una legislación adecuada para que puedan ganarse la vida sin tener que ser los que más horas trabajen (aun estando enfermos).
POR UNA ESPAÑA ANTICAPITALISTA, JUSTA Y MORAL
POR LA PATRIA, EL PAN Y LA JUSTICIA
Yo no haré huelga. El que quiera hacer huelga, que vaya; y el que no,…que no vaya.
Lo que es decimonónico es la reforma laboral que nos ha colado el PP. Eso sí es retrógado.
Es una aberracíon, un ataque salvaje a nuestros derechos como trabajadores, un insulto a las generaciones anteriores que lucharon para que nosotros hoy podamos vivir tan bien como vivimos (bueno, como vivíamos hasta ahora).
Pues yo precisamente me alegro que alguien de UPyD haga estos discursos incendiarios y revolucionarios. El patriotismo sin conciencia social es algo estúpido.
Y, desde luego, el dinero ejerce un poder absoluto sobre nuestra sociedad. ¿Acaso los que controlan, en la sombra, la política de las naciones no son los bancos, los inversores…?
Sospecho que los que tan poco criticáis el dinero y el poder sois los mismos que luego echáis la culpa de los problemas de España a los inmigrantes (si no es así, retiro lo dicho y me alegro).
Os dejo con unos certeros versos de Quevedo:
Poderoso caballero,
es don Dinero.
Dasein
No estoy nada de acuerdo contigo,que la culpa sea del capitalismo.El problema es muy complejo,muchos de los grandes empresarios fueron en principio trabajadores y no creo que montaran la empresa para hacer esclavos a lo que el fue y sigue siendo,la mayoria de empresarios son trabajadores.
Creo que lo que hace falta es repartir mejor el desarrollo que tenemos,para que llegue si puede ser a todas las personas.Esto es complicado y hace falta que todos trabajemos en esta direccion.
Querido Olegario. Afortunadamente sigues siendo un “hombre de izquierda” y como tal noble y amigo de la justicia, libertad e igualdad.
Al comenzar a leer tu excelente artículo, pensé qué, al leer tu 1ª pegunta, “¿por qué vamos a renunciar al inmenso negocio que hay en las políticas sociales de los ciudadanos?” señalabas a los sindicatos mayoritarios. O no es negocio, sin control alguno estas centrales que reciben miles de millones cada año, exenciones de impuestos e incluso, subvenciones por aceptar despidos del propio empresario?
Y, todavía, siguen siendo incapaces de pagar a sus afiliados, el sueldo que pierden el día de la huelga, cosa que no sucede con sus liberados y gerifaltes que la declaran.
Y no quiero entrar en más profundidades.
Y por favor, luchemos por aceptar la realidad de las cosas, para poderla modificar, empezando por los propios sindicatos, en vez de seguir soñando con ideales inalcanzables, que tan sólo llevan al humilde a fracasos mayores de los que ya está.
El ” deporte nacional ” de algunos.
Cuando tenían que estar pensando, cómo sacar puestos de trabajos nuevos para restituir los puestos que se deben cerrar por eso de recortar para ahorrar.
No tienen ideas nuevas, hala a la huelga aunque no convenga. A dar la nota en Europa y el mundo.
UPyD no debería lanzarse a la huelga.
MADRID, 13 Mar. (EUROPA PRESS) –
La líder de UPyD, Rosa Díez, ha asegurado este martes que su partido no va a respaldar la huelga general contra la reforma laboral, convocada por los sindicatos para el próximo 29 de marzo, aunque ha advertido de que esta nueva normativa está “llamada al fracaso” debido a que se ha hecho “de espaldas” a los trabajadores y a los jóvenes.
OLEGARIO ES UN SIMPLE, PERO QUE MUY SIMPLE AFILIADO DE UPYD Y SUS OPINIONES NO SON PARA NADA OFICIALES O ALGO QUE SE LE PAREZCA.
El capitalismo es malo por naturaleza. No el empresario, pero sí el capitalismo. Es la explotación justificada por el lucro económico. Nada más anticristiano (ni antihumano en sí).
http://es.altermedia.info/general/e...._1433.html
Es cierto Maricruz que opinión vamos a dar fuera, a eso otros países que no saben que es el movimiento obrero, que jamás pasaron revoluciones industriales, que están llenos de ciudadanos iletrados, y no van a querer venir a dejar aquí sus euros o dólares…o acaso te referías a los del norte???
Por cierto por que es tan malo que haya una huelga, acaso un país se arruina por tener un día menos laborable en su calendario laboral (claro que este concepto de calendario laboral también esta obsoleto, ahora se hace a toro pasado).
Y esta claro que esos descerebrados de los sindicalistas, que solo quieren hundir el país, que desde que los grises lo les arreglan las costillas han engordado. Claro esos hombres que consiguieron la mayor parte de los derechos que ahora disfrutamos son acallados por una nueva generación de seudoburgeses a crédito, que adoran el capitalismo como una religión, un dogma lleno de mantras que repiten una y otra vez esperando creérselos ellos mismos.
La huelga es la única herramienta que tiene el obrero, una herramienta que no puedo ejercer yo en particular por amenaza de despido. Pero claro eso es equilibrio de fuerzas y lo demás chorradas.
Dasein
El capitalismo no es malo,los que tenemos tendencia a ser malos o buenos somos las personas,por eso es necesario tener leyes,normas,controles,transparencias,para que el sistema democratico sea mas justo.
Por eso cada vez hay menos empresarios. Estos se van de España, pues aqui son considerados explotadores.
Explotadores son los sindicatos que, por no hacer nada, viven como millonarios de la subvención pública. Y no aportan nada de riqueza al pais, más bien parasitismo.
Este discurso sindicalista es propio de hace dos siglos. Pues hoy tenemos una democracia -aunque no lo parezca- integrada por un gobierno, un legislativo y un poder judicial. La capacidad de legislar sobre materia laboral corresponde al legislativo y no a los sindicatos. Y si a la población no le gusta lo que legisla, que lo cambie en próximas elecciones.
¡¡¡¡¡¡Compañero, el 29 a trabajar!!!!!!!
¿Cómo funciona el capitalismo? Muy sencillo: en una empresa hay, pongamos, 100 trabajadores y un propietario. A final de mes, la empresa tiene unos beneficios. ¿Quién se los queda? El propietario. Dirás, querido Angel, que es normal: por eso es el propietario. Pero, ¿quién ha producido la riqueza, es decir, el beneficio? Todos los trabajadores.
Las empresas deben distribuir sus beneficios entre todos los trabajadores. Si la producción es social, así como la generación de la plusvalía (es decir, del beneficio) ¿por qué la apropiación de la plusvalía debe ser privada? Por qué lo único que se socializan son las pérdidas?
El capitalismo explota socialmente para el enriquecimiento privado. Eso es malo, y no hay discusión posible. Será legal, será aceptado. Pero no es bueno.
Y aunque critico a los acomodados líderes de los sindicatos mayoritarios, y no siento especial aprecio por ellos, eso no quita que la huelga sea necesaria. ¿Que ya tenemos un gobierno y un Parlamento que hacen leyes? Y nosotros, los ciudadanos? No tenemos más que decir o hacer, solamente echar un papel en la urna cada cuatro años? Eso es democracia?
Me parece tristísimo el grado de servilitud, conformismo y falta de conciencia social y pensamiento crítico en nuestra decadente España.
Y me parece muy triste que critiquéis un discurso decimonónico sin criticar el contexto decimonónico que ha provocado ese discurso. ¿Realmente creéis que la reforma laboral del PP es justa? Es equitativa? ¿Realmente pensáis que la Gran Banca, las multinacionales, las empresas de calificación, los grandes inversores y demás gente poderosa no determina la política española y no hipotecan nuestro futuro?
¿Qué será de nuestra España…si los mismos españoles renuncian a su libertad y dignidad?
El capitalismo destruye tanto al obrero, como al empresario. Todo lleva a la deslocalización, a macro empresas a nivel mundial gobernadas en pocas manos, y al resto trabajando para conseguir unas migajas a fin de mes.
http://www.youtube.com/watch?v=IToj2hXmGxM
En ese vídeo el mejor, y más silenciado por unos y por otros, político español lo deja bien claro.
Magnífico análisis. Aunque no creo que la huelga de un día sea la solución que necesitamos para hacer frente al capital. Necesitamos medidas más contundentes.
Bobadas chequistas para implantar una dictadura comunista y la economía planificada, que fracasó en todo el mundo. Yo voy a trabajar el 29 contra los comunistas que oprimen al pueblo en todos los sitios que gobiernan. Yo desobedeceré las leyes tiránicas de los comunistas, sean burócraas o sindicalistas, una y otra vez. Solo les quedará la policía política (como los antiguos países comunistas) o la checa.
¿Qué hay que hacer para que ni un solo centavo de mis impuestos vayan a los sindicatos? Porque yo no quiero que mis impuestos vayan a esta gente ni quiero saber nada de ellos, ni quiero tener nada que ver con ellos.
Lo que faltaba, descapitalizar el país. Un país descapitalizado no puede mantener hospitales modernos ni nada de nada. Pero que no se preocupen por los trabajadores, estos siempre emigran, pero a países donde hay una economía capitalizada. También hay trabajadores en Zimbaue, pero no hay una estructura de capital que permita generar riqueza. Para eso hace falta gente que sepa organizar proyectos productivos y que aporte conocimiento. O sea, la clase media y los empresarios. Y luego hace falta el capital y el trabajo. Así no me extraña que todos aspiren a ser funcionarios. El 29 iré a trabajar.
Como bien decía José Antonio, el capitalismo destruye al obrero y al empresario.
Por ello, hay que desmontar el capitalismo, hacer que todos los que participan de la producción obtengan el fruto de su trabajo y que nadie se apropie el resultado del trabajo ajeno.
Desmontar el capitalismo no significa descapitalizar el país. Significa que el capitalismo no tenga preponderancia sobre el trabajo, sino que éste sea el elemento central de la economía. “Que el trabajo sea el único título de nobleza”, dijo Manuel Hedilla, y no puedo estar más de acuerdo con él.
Las justificaciones del capitalismo son los argumentos de la clase capitalista para mantener su hegemonía y sus privilegios. Abajo con ellos y que viva el pueblo trabajador. ¡Por una república española anticapitalista!
La derecha liberal y la nacionalsindicalista no se entienden. Algo nada nuevo, y a la vez perjudicial para España.
Si Olegario Ortega y quienes comparten sus ideas tuvieran más poder en UPyD, las cosas serían distintas y mucho mejores. Tendríamos un honesto partido de izquierda socialista, muy diferente al partido de derecha liberal que es hoy UPyD.
Los electores de la izquierda seguimos sin tener partido ni en Cataluña ni en el resto de España.
Prefiero el modelo liberal al Estado paternalista.
Nadie habla de un Estado paternalista, sino de hacer del trabajo la base de la economía. Partidos como el PP son un instrumento del Capital contra el trabajo, y así nos va.