De ‘facebooks’, banderas e historias
Se juntan alrededor de 200 personas para celebrar la muerte de Fraga. Es Barcelona. Lo hacen convocados por Facebook. En dos grupos (uno y dos). Al margen de sus motivaciones, me interesan dos cosas. Lo divertido que es apuntarse a todo en las redes sociales y lo cobarde que es cumplir lo que se dice en ellas. Algo muy español, por cierto. Fue así: más de 3.600 personas aseguraron su presencia en los fastos de la celebración (en el mismo lugar que lo hacen los seguidores del Barça y de la selección nacional de fútbol), acudieron menos de 200. Y cuánta ignorancia debe correr por las venas de algunos de los que ayer acudieron a Canaletas, y luego se plantaron en Vía Layetana, frente a la Jefatura de Policía Nacional de Barcelona, para convertir la celebración en protesta, ya que exhibían, una al lado de la otra, la bandera independentista con la bandera de España. ¿Qué estudian los niños en los institutos?
Del fondo del asunto, como suele ser habitual, excelente Anna Grau que escribe de las reacciones pasadas 24 horas de la muerte del ex ministro con Franco y fundador del PP (además de El País):
Visto desde fuera, un extraterrestre podría pensar que a los españoles nos ahogan la estupidez y la maldad. Que usamos la historia como una bayeta de fregar y que cada día la sacamos del cubo más negra. Y sin embargo, sin embargo, cuánto candor, cuánta buena fe indefendible, pero buena fe, hay en esta visión tan exaltadamente simple de las cosas. Con cuánta emoción llevamos tantos años equivocándonos.
Y es que lo más alucinante es que nadie miente. Nadie. Es sincero el que hoy enaltece a Fraga y el que le fustiga. Es igualmente sincero el que hará cualquiera de las dos cosas con Carrillo. Todos o casi todos dicen la verdad, o eso creen, porque todos o casi todos tienen, más que memoria o consciencia histórica, una batidora épica en la cabeza. Una historia constantemente reinventada por los unos y por los otros. Nunca fue verdad la gloriosa cruzada, ni los veinticinco años de paz, del mismo modo que el franquismo no fue jamás un letargo de inocentes, un invernadero de héroes dormidos. No era veraz la historia oficial de entonces. No lo es la de ahora tampoco. Seguimos a ración doble de pan, agua y circo.
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