España
‘Que representantes de partidos nacionalistas asentados en las autonomías más ricas del Estado pretendan la secesión en nombre de los valores de la izquierda me parece un sarcasmo’
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Fernando Álvarez-Uría, Catedrático de Sociología en la Universidad Complutense, en un artículo publicado en Cuarto Poder este viernes:
‘[…] En una democracia el espacio público es el espacio de todos. En la España democrática que se aproxima a unas elecciones generales, unas elecciones que son decisivas para el futuro de todos, y que incidirán también en el futuro de Europa, los partidos nacionalistas vuelven a alzar su voz y pedir a los ciudadanos su voto para Cataluña, Euskadi, Canarias, Galicia, y más recientemente también para Asturias. Sólo ellos son los únicos que creen representar las esencias patrias. Herederos en muchos casos, como ocurre por ejemplo con todos los partidos nacionalistas conservadores, del carlismo, el clericalismo, la reacción, eternos peregrinantes a los santuarios de Santiago, Loyola, Monserrat, o Covadonga, abonados a la teoría averroísta de la doble verdad, estos fundamentalistas de nuevo cuño, expertos en manejar las emociones colectivas más primarias, se asemejan a esos pájaros de mal agüero que se nutren de la miseria social para hacer avanzar sus insaciables estómagos. Su programa electoral se podría resumir en el viejo lema que aún conserva la guardia civil del Duque de Ahumada, y que sería preciso suprimir: ¡Todo por la patria!
Ningún ser humano elige su lugar de nacimiento, pero sobre el acto aleatorio del nacer, los nacionalistas han sido capaces de construir una identidad de hierro, una marca indeleble que los singulariza, y los distingue de los demás. Hace menos de cien años apelaban a la pureza de sangre y al código genético, a una identidad a la vez étnica y cultural que los alejaba de maketos y coreanos, en todo caso, desde su riqueza comparativa, no han cesado de mirar por encima del hombro a los pobres españoles que bombardearon Guernica sin piedad, y descienden por línea directa de Carlos II el hechizado. ¡Sea para ellos la salvación! Aún más, en nombre de la identidad nacional nacionalistas fundamentalistas (la expresión no es más que un pleonasmo) no sólo viven con orgullo su hecho diferencial, sino que lo viven también con fiereza, hasta el punto de que en casos extremos han llegado a practicar o a aprobar las mordazas para reprimir la libertad de expresión, por no hablar de las ejecuciones sumarias del presunto enemigo a golpe de parabellum.
[…] Que la derecha sea nacionalista, chauvinista y sectaria, se comprende, es su ser natural, pero únicamente un país invertebrado como España, que cuenta con más de quinientos años de existencia, y en este momento con uno de los Estados más descentralizados del mundo, se puede permitir el lujo de una fragmentación suicida de la izquierda. A mi juicio esta situación es a la vez reflejo de la inmadurez política de los electores, y de la demagogia de los partidos, tanto de la izquierda como de la extrema izquierda, pues no han podido, no han sabido, o no han querido desenmascarar el carácter reaccionario del llamado nacionalismo de izquierdas. La expresión nacionalismo de izquierdas es una contradicción en los términos.
Independentistas y regionalistas populistas olvidan que el nivel de vida de Cataluña, Euskadi, o Asturias, no sólo es fruto del trabajo de decenas de miles de emigrantes que han dejado en esas tierras su piel, su vida, y su esfuerzo durante lustros, son también fruto de viejos mercados proteccionistas, y en la actualidad de consumidores españoles que compramos tablas de quesos asturianos, electrodomésticos Fagor, o ingresamos nuestras nóminas en Caixa Cataluña. Que representantes de partidos nacionalistas asentados en las autonomías más ricas del Estado pretendan la secesión en nombre de los valores de la izquierda me parece un sarcasmo. Que las expectativas de voto de Amaiur sean extremadamente altas en Euskadi, una coalición, –para la que los presos de ETA piden el voto -, que aún no ha tenido el coraje de condenar la violencia militarista, ni proclamar alto y fuerte la defensa de los derechos humanos, me parece un hecho de la mayor gravedad que refleja el embotamiento moral que se ha generalizado durante demasiado tiempo en los Pirineos Atlánticos del sur.
Nosotros los europeístas, los internacionalistas, los partidarios de la abolición de la pena de muerte, los defensores de la universalización de los derechos humanos y sociales, los electores de la izquierda progresista y anticapitalista, no tenemos nada que ver con ese mundo petrificado por la mística del patriotismo y de las banderas. Amamos a Euskadi, a Cataluña, a Galicia, Asturias, y Canarias, su historia, y su riqueza social y cultural, y defendemos la creación de una Europa federal porque la diversidad bajo el signo de la solidaridad hace la fuerza. Albert Camus escribía que España, Francia y Portugal son una nación. Sobre esa base los pueblos de Europa pueden construir en común un futuro mejor para todos.
[…] Somos muchos los electores que el próximo domingo iremos a depositar nuestro voto para un partido de izquierdas en defensa del mantenimiento y profundización de los derechos conquistados por el Estado social. Con ese voto ejercemos un derecho ciudadano, pero también contribuimos libremente a un ejercicio de clarificación: ¿Nacionalismos de izquierdas? ¡No, gracias!’.
Así se habla. Este debe ser el discurso de la izquierda española. Sin contemplaciones con complejos de superioridad disfrazados de victimismo. Diciendo las verdades a la cara.
Que “comprender” a Cataluña o el País Vasco es lo mismo que comprender a cualquier otro territorio de España. Que amar su lengua, sus costumbres, su gastronomía o su folclore es lo mismo que amar el de cualquier otra parte de España.
Que para ser catalán, vasco o aragonés no hace falta odiar a nadie y menos a España. Porque España es la que es porque la han hecho entre todos los españoles.
Y los catalanes o vascos que odian a España y que ven incompatible compartir las dos sensibilidades que piensen que para una gran mayoría no representa ningún problema compartirlas, al contrario. Y que tienen el mismo derecho que ellos, y que si tienen que elegir entre las dos igual les sobra el Govern o el Estado de las Autonomías.
Fuera del Estado de las Autonomías sólo hay imposición de una sociedad sobre la otra. Y no se puede decidir votando unilateralmente lo que afecta a todos como pretenden algunos.
Romualdo…ojala todos los españoles fuesen como tu.
De ser asi no habria el mal rollo que hay ni el desprecio hacia los catalanes y vascos por el simple hecho de defender su propia lengua y nacion.