Sobreviviremos, pero a qué
Anna Grau, alegre y escéptica a la vez, escribe:
¿Es posible que la CIA –y la NSA, y la inteligencia militar del Pentágono, y el FBI; el entramado es más tupido y complejo de lo que parece- haya sido capaz de corregir un tiempo récord las clamorosas deficiencias que les hicieron “comerse” el 11-S como sesenta años se habían comido Pearl Harbor, y que les impidió dar pie con bola durante toda la atrevida campaña contra el terror de George W. Bush? Hubo fallos garrafales de inteligencia, en todos los sentidos, no sólo en la génesis de la guerra de Irak sino en toda la lucha antiterrorista en general. La ceguera parecía ser absoluta.
Y de repente llega Obama y en sólo tres años les sale este primor. Despachan dos helicópteros a una fortaleza que vale 1 millón de dólares, donde se oculta el negro cerebro de la yihad mundial, y los americanos salen de ahí con su cuerpo en triunfo. Y, atención, sin ni una sola baja.
Ya me perdonarán, porque no tengo otra prueba que mi sentido común; aquí en USA me he jartao de hablar con expertos y todos insisten erre que erre en el “magnífico trabajo” que la CIA ya venía realizando desde hace diez años (¿es decir, en plena era Bush?), y que curiosamente no se les fue al carajo cuando un agente doble jordano se cargó a toda su plana mayor en Afganistán, ni cuando hace sólo unos meses los paquistaníes metieron en la cárcel a un antiguo agente de la CIA, actualmente trabajando para este pero a sueldo de la empresa de mercenarios privados Blackwater…
¿Es creíble esta metamorfosis fulminante de un hatajo de incompetentes en el dream team de la inteligencia mundial? ¿Y no serán las cosas mucho más sencillas, y a Bin Laden lo han encontrado gracias a un puro y duro chivatazo? ¿A alguien de dentro que le vendió?