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‘No conozco a ningún experto que no advirtiera desde el inicio del proceso [de reforma del Estatuto] dificultades o problemas de constitucionalidad, máxime entre aquellos juristas alejados de los medios, de los proyectos políticos o de los intereses de parte. Este es un dato fácilmente constatable’
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Javier Barnes, catedrático de Derecho Administrativo y especialista en los procesos de elaboración estatutaria, en un artículo publicado en El País el 15 de julio de 2010.
‘[…] No conozco a ningún experto que no advirtiera desde el inicio del proceso dificultades o problemas de constitucionalidad, máxime entre aquellos juristas alejados de los medios, de los proyectos políticos o de los intereses de parte. Este es un dato fácilmente constatable. Guste o no, la noticia de una sentencia de inconstitucionalidad no es en modo alguno sorpresiva para ningún especialista. No lo puede ser tampoco -no sería verosímil- para ningún responsable político.
[…] En ese contexto, además de predecible, la sentencia resulta moderada en sus declaraciones, en términos globales. El Estatut ha sido víctima de sí mismo y de su ambición o, si se prefiere, de su propio éxito, pues ha alcanzado cotas, ahora consolidadas, impensables no hace tanto tiempo. De hecho, pretendía pasar de un salto de la versión 1.0 a la versión 7.5, por decirlo de modo gráfico, sin reforma de la Constitución. Sin duda, ha quedado por debajo de ese objetivo. Pero no tan lejos. ¿No es este, en términos jurídicos, un saldo positivo para sus patrocinadores? ¿Por qué entonces reacciones tan poco mesuradas?E incluso en el terreno de las diferencias no siempre se ha producido un verdadero desencuentro. Por ejemplo, Estatuto y sentencia parecen estar sustancialmente de acuerdo, en la realidad jurídica práctica, en que los símbolos y los sentimientos de nación son eso, ni más ni menos (fundamentos jurídicos 7 y siguientes).
[…] En el mundo político y de los medios las cosas se ven de otro modo. ¿Se prometió lo que no podía prometerse? ¿O todo forma parte de un calculado teatro?
Sea como fuere, volcar todas las aspiraciones sobre una sola de las piezas del sistema supone un engaño colectivo, al que no pocos han contribuido con argumentos más allá del Derecho y de la legitimidad democrática (superior), que también posee la Constitución. Es como pretender construir una catedral sobre un único pilar. El Estatut se ha convertido, indebidamente, en un símbolo que condensa toda la historia y el futuro, cuando en rigor es algo mucho más modesto, un capítulo, sin duda importante, que, sin embargo, no puede encerrar o canalizar todos los sentimientos o ideas.
[…] Cuando desde La Moncloa se rompía el saque con la llamada al máximo autogobierno sin tocar la Constitución y sus destinatarios recogían el desafío, todas las miradas se dirigieron a las fronteras -había que apurar el límite, como el mar cuando la tierra se retira-, relegando, sin embargo, el problema principal: cómo diseñar mejores estrategias regulatorias en beneficio de la autonomía, del sistema en su conjunto y a la postre del ciudadano, en una sociedad globalizada’.
TODO el mundo lo sabe y lo sabía.Pero la jugada era maestra: si son tontos y cuela , pues mejor eso que tenemos, y sino también nos va muy bien porque podemos seguir haciéndonos las víctimas y reclamando de todo.Se mire por donde se mire a una cierta burguesía paniaguada ya le estaba muy bien la deriva nacionalista de los socialistas. Al pueblo no, desde luego :pérdidas a nivel jurídico de representación del defensor del pueblo, pérdida de derechos linguísticos, etc.el sr.Maragall está enfermo ,pero los que había a su alrededor no y podían haber frenado esta locura.