RevistaWeb
‘Al renunciar a este potente instrumento [Consejería de Cultura] para quedarse con el pragmatismo y la construcción del día a día, Montilla desoyó la lección de Isaiah Berlin conforme no hay actividad política que no esté en deuda directa con una reflexión cultural. El tripartito dejó esa reflexión a Esquerra, que ha ido marcando la pauta desde entonces’
[&hellip
Sergio Vila-Sanjuán, periodista y coordinador del suplemento Cultura/s de La Vanguardia, en un artículo publicado en este suplemento el 23 de junio de 2010.
‘[…] Durante mucho tiempo en ciertos sectores se consideró que el PSC, por ser el único partido catalán con representación equilibrada de colectivos catalanoparlantes y castellanoparlantes (o, aunque no es lo mismo, catalanistas y españolistas), tenía la misión histórica de elaborar un programa cultural en el que ambos sectores pudieran sentirse cómodos. En la época áurea de Pasqual Maragall ese proyecto se asoció al Olímpico y al relanzamiento de Barcelona, reuniendo a un equipo que dejó su marca en la ciudad y creó un discurso de sociedad abierta y cosmopolita que, con sus altos y sus bajos, atrajo al mundo de la cultura.
Una vez en la presidencia de la Generalitat, Maragall contó primero con una consellera de cultura de tono ligero, Caterina Mieras, y después con un peso pesado, Ferran Mascarell, que empezó a trabajar en una estrategia transversal de futuro. Pero al subir al poder tras las elecciones del 2006, Montilla, en aras del tripartito, decidió entregar Cultura a ERC (cosa que no hizo con Obres Públiques o Justícia, por ejemplo), y junto a ella el Institut Ramon Llull.
La cultura institucional no es toda la cultura pero sí tiene la capacidad de crear relatos, marcar líneas de actuación, fijar conmemoraciones. Define el aparato simbólico e influye decisivamente sobre el imaginario de un pueblo. Al renunciar a este potente instrumento para quedarse con el pragmatismo y la construcción del día a día, Montilla desoyó la lección de Isaiah Berlin conforme no hay actividad política que no esté en deuda directa con una reflexión cultural. El tripartito dejó esa reflexión a Esquerra, que ha ido marcando la pauta desde entonces (como empezó a verse el año catalán de la Feria de Frankfurt) y ha incrementado su incidencia cultural. Mientras tanto cundía el desinterés entre los simpatizantes socialistas, y sus “think tanks” se refugiaban en los cuarteles de invierno municipales, algo más huérfanos al abandonar recientemente Carles Martí la regiduría que tutela el Icub. Hoy, el balance cultural dejado por el primer “altre català” que gobierna Catalunya incluye la disgregación del entorno creativo que dio al PSC sus grandes momentos, y el momento de mayor auge intelectual del independentismo que se recuerda desde 1931’.
Montilla, el gran destructor del psc