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‘Esa presunta discrepancia entre Pueblo y Tribunal [Constitucional] está viciada por un malentendido de base: y es que el Pueblo de referencia del Tribunal no es el pueblo catalán, sino el pueblo español, el único con el que el Tribunal no puede discrepar. Lo que dilucida el Tribunal es si un acuerdo tomado por una parte del Demos invalida normas que el conjunto del Demos se dio a sí mismo’
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Arcadi Espada, escritor y periodista, el 7 de enero de 2009 en El Mundo:
‘Es razonable pensar que la delgadez intelectual y jurídica del Estatuto, la veteranía técnica de sus señorías [del Tribunal Constitucional] y los atajos de la informática podrían haber resuelto el asunto en unas pocas semanas. Y que si no ha sido así es porque la búsqueda del consenso político (externo e interno) está produciendo una dilatación formidable, ya muy embarazosa. El consenso político se centra, según parece, en la necesidad de producir, o mejor de segregar, una sentencia que evite la posibilidad de que el Tribunal aparezca a los ojos del pueblo como una instancia correctora del Pueblo, lo que sería suprema deslealtad, al decir de algunos leales. Pero ni siquiera en ese punto cardinal las angustias del Tribunal parecen justificadas. Esa presunta discrepancia entre Pueblo y Tribunal está viciada por un malentendido de base: y es que el Pueblo de referencia del Tribunal no es el pueblo catalán, sino el pueblo español, el único con el que el Tribunal no puede discrepar. Lo que dilucida el Tribunal es si un acuerdo tomado por una parte del Demos invalida normas que el conjunto del Demos se dio a sí mismo. La presunta discrepancia no es nada más que una forma, y escasamente sutil, de autodeterminación retórica. Sería interesante que los magistrados no se taparan sus vergüenzas con el pueblo. Es decir, que no hicieran política’.
En todo caso sería una discrepancia con un tercio del electorado catalán, que es el que votó a favor del engendro. Más de la mitad, ni siquiera se dignaron ir a votar.
Mira tú qué conflicto. El único que existe -como siempre- es el que crean políticos y magistrados con aspiraciones y ataduras inconfesables.