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‘A pesar de la artritis estoy dispuesto a agacharme ocasionalmente un poco para quedar a la altura de ciertos argumentos y seguir la discusión, pero no pienso ponerme a cuatro patas, como se requeriría para responder a otros. Asumo mis limitaciones por arriba… y por abajo’
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Fernando Savater, escritor y filósofo, el 5 de septiembre de 2008 en El País:
‘[…] Pero en todo caso me parece una obligación de cortesía intentar finalmente hacer balance y responder a quienes se han molestado en hacer objeciones inteligibles a esa propuesta. Desde luego, sólo voy a tomar en cuenta las de cierto calado, que no han sido las más numerosas. En cuanto a las demás… bueno, a pesar de la artritis estoy dispuesto a agacharme ocasionalmente un poco para quedar a la altura de ciertos argumentos y seguir la discusión, pero no pienso ponerme a cuatro patas, como se requeriría para responder a otros. Asumo mis limitaciones por arriba… y por abajo.
Tampoco me detendré en algunos reproches que considero desenfocados. Por ejemplo, los de quienes han insistido en recordar que la lengua castellana -pujante y cada vez más extendida por el planeta- no necesita defensa ninguna. El Manifiesto confirma ese punto desde su primer párrafo y evidentemente trata de otra cosa, por lo que sólo puedo rogar a los obstinados que se molesten en leer al menos sus cinco primeras líneas.
[…] Puede que no haya un precepto constitucional que establezca que cada cual pueda ser educado en la lengua que prefiera -es lo que el Manifiesto propone corregir-, pero aún menos en ninguna parte de la Constitución se dice que en las comunidades bilingües la lengua co-oficial deba alcanzar forzosamente un uso igual o mayor que el castellano.
[…] No se trata de que los niños (o los ciudadanos adultos, tanto da) sepan o no castellano: lo aprenderán sin duda de un modo u otro, como terminarán adquiriendo nociones de inglés a través de las letras de sus grupos preferidos de rock, porque se trata de idiomas de comunicación internacional cuya pujanza no podrá ser cortocircuitada por ninguna burocracia etnicista local. Pero no es lo mismo conocer una lengua de modo más o menos sobrevenido que estudiar en ella y aprovechar todos sus recursos expresivos o bibliográficos, así como utilizarla habitualmente para recibir información de las autoridades o comunicarse institucionalmente. Y lo más importante, está en juego el derecho a poder utilizar siempre que uno lo desee la lengua oficial del país del que somos ciudadanos, aun allí dónde coexiste con otras regionales. Invocar este derecho no es una reminiscencia franquista, salvo para quienes han olvidado lo que estipulaba la Constitución republicana de 1931 en su artículo 4 (bastante más perentoria y nítida al respecto que la actual). Por cierto, cuando uno ve los obtusos y sectarios que son respecto al presente ciertos adalides de la memoria histórica, entran dudas respecto a la exactitud de la visión del pasado que tratan de oficializar.
[…] Con todo, hay algo de verdad en la teoría de los “apaños”: es cierto que en las comunidades bilingües los ciudadanos conviven y se entienden con pocos roces en las lenguas co-oficiales. Los problemas vienen cuando allí se legisla de tal modo que esa armonía se rompa para obstaculizar institucionalmente el derecho a usar una de ellas. Porque el busilis de la cuestión no es el bilingüismo, desde luego, sino el biestatismo que los nacionalistas pretenden imponer en sus autonomías. Es decir, que haya dos Estados superpuestos, el local que ellos controlan más y más, junto al general que soportan y al que sólo acuden cuando esperan beneficios. En tal empeño biestatal, la marginación de todo elemento común con el resto del país -empezando por la lengua- es una herramienta esencial. Como esencial resulta para quienes pensamos de otro modo oponernos a tal tendencia y denunciarla. Se trata, en efecto, de una cuestión política, como con rara clarividencia han señalado algunos de nuestros críticos…’
A destacar las siguientes palabras de Savater:
“…es cierto que en las comunidades bilingües los ciudadanos conviven y se entienden con pocos roces en las lenguas co-oficiales. Los problemas vienen cuando allí se legisla de tal modo que esa armonía se rompa para obstaculizar institucionalmente el derecho a usar una de ellas. Porque el busilis de la cuestión no es el bilingüismo, desde luego, sino el biestatismo que los nacionalistas pretenden imponer en sus autonomías. Es decir, que haya dos Estados superpuestos, el local que ellos controlan más y más, junto al general que soportan y al que sólo acuden cuando esperan beneficios. En tal empeño biestatal, la marginación de todo elemento común con el resto del país -empezando por la lengua- es una herramienta esencial. Como esencial resulta para quienes pensamos de otro modo oponernos a tal tendencia y denunciarla. Se trata, en efecto, de una cuestión política, como con rara clarividencia han señalado algunos de nuestros críticos…”
¡¡Excelente Savater!!
Un artículo lúcido, divertido y profundo. Bien, Savater.
Apreciado Fernando, procura no rebajarte en exceso y responder a esa cuadrilla de pseudoperiodistas pesebreros indocumentados, a menudo sus rebuznos no merecen respuesta.
Lástima que esas palabras del Sr. Savater tenga una escasa transcendencia en los medios catalanes. Y aún peor, que lejos de encontrar la armonía de la realidad que inteligentemente plasma, para esos muchos será una provocación y en tromba saldrán sus adláteres a malinterpretarles, manipularle y provocar sus iras contra tal ilustrado.
Lamentable situación del catalanismo político, mediático y con el consiguiente “Complejo de Superioridad”. ¡Espero que enmienden en su conducta!.
Algunos se preguntan por qué Savater no habla del nacionalismo español. No lo hace porque hoy en día el acoso y derribo a la democracia no lo protagonizan los pistoleros de camisa azul, sino las falanges nacionalistas de galeuscat. Los que vivimos en Cataluña y el País Vasco vivimos a diario esta situación, pero algunas almas bellas se resisten a creerlo. Un ejemplo: Público
Público sigue la ley del beduino: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Y como su enemigo es el PP y a progresistas ejemplares como Pujol o Ibarrretxe tampoco les gusta el PP, pues apoyan a los últimos rescoldos del carlismo hispano: los que prohíben la escolarización en castellano, los que se oponen a una miserable tercera hora de castellano, los que sancionan por rotular en castellano, los que llaman “colonos” a los castellanohablantes en Cataluña, los que dicen que reclamar el castellano en Cataluña es tan legítimo como reclamar el tagalo o el urdu.
Todo esto sucede y es comprobable, pero los progresistas peninsulares ejercen de sordos y de ciegos. Prefieren mirar a otra parte cuando abuchean a Elvira Lindo por hacer el pregón de las fiestas de Barcelona en su lengua o cuando los escritores en castellano nacidos en Cataluña son proscritos de la feria de Frankfurt.
Podría seguir desgranando agravios y agresiones más o menos cruentas, pero para qué seguir. La izquierda analfabeta española no da para más.
Por desgracia para todos, gente con la talla moral de Savater o Azúa, hay poca. Así nos va.