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‘La segunda frase era algo que yo no creí poder escuchar jamás en boca de un hombre de izquierdas: “¡Pero amamos más a Catalunya!” Debo confesar que rompí a llorar. Tantos años oyendo ese tipo de frases en boca de los caudillos españoles, africanos y latinoamericanos, ¡y ahora por fin la oía en boca de un socialista más o menos europeo! Ya nunca nadie podrá acusar a la izquierda de combatir más por la lucha de clases que por la nación. ¡La izquierda ya es como los de aquí de toda la vida!’
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Félix de Azúa, escritor, el 26 de julio de 2008 en El Periódico:
‘Cuando lo oí por la radio era muy temprano, me estaba afeitando, y creí que me había equivocado de emisora. Pensé que se trataba de un programa humorístico. Tardé en comprender que no era otra de esas burlas cansinas con las que llenan el tiempo muerto los medios de persuasión, sino que la frase era verdadera y había sido pronunciada por el jefe de los socialistas catalanes, por el más grande socialista de toda Catalunya, para entendernos. Más tarde volví a oírla, y esa vez me fijé más en la segunda frase. De momento, sin embargo, estaba yo dándole vueltas a la primera.
La primera frase era “Te queremos mucho, José Luis“. Una frase cariñosa y seductora, una frase doméstica y con suave aroma a tía solterona. Ahora bien, dicha por el más grande socialista que han logrado producir los catalanes y dirigida al socialista absoluto, al presidente de todos los socialistas españoles, me pareció algo soberbio y augusto. Jamás, durante mi triste juventud izquierdista, había yo oído nada semejante en un camarada. Es más, frases similares eran tenidas por sentimentalismo pequeño burgués, algo más bien propio del Opus Dei o de los sindicalistas verticales. Ahora por fin el amor entraba en el discurso socialista. Aquel lugar severo, de una racionalidad rigurosa, desnudo de emociones y entregado al análisis de las condiciones objetivas se ha humanizado. Los socialistas ya no son individuos que consideran la política como una ciencia, ahora son un grupo de parientes, de creyentes, de romeros, atados por relaciones amorosas. ¡Qué inmenso alivio!
Pero todavía me quedaba lo mejor. La segunda frase era algo que yo no creí poder escuchar jamás en boca de un hombre de izquierdas: “¡Pero amamos más a Catalunya!” Debo confesar que rompí a llorar. Tantos años oyendo ese tipo de frases en boca de los caudillos españoles, africanos y latinoamericanos, ¡y ahora por fin la oía en boca de un socialista más o menos europeo! Ya nunca nadie podrá acusar a la izquierda de combatir más por la lucha de clases que por la nación. ¡La izquierda ya es como los de aquí de toda la vida!’
Algunos se preguntan por qué Felix no habla del nacionalismo español. No lo hace porque hoy en día el acoso y derribo a la democracia no lo protagonizan los pistoleros de camisa azul, sino las falanges nacionalistas de galeuscat. Los que vivimos en Cataluña y el País Vasco vivimos a diario esta situación, pero algunas almas bellas se resisten a creerlo. Un ejemplo: el diario Público
Público sigue la ley del beduino: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Y como su enemigo es el PP y a progresistas ejemplares como Pujol o Ibarrretxe tampoco les gusta el PP, pues apoyan a los últimos rescoldos del carlismo hispano: los que prohíben la escolarización en castellano, los que se oponen a una miserable tercera hora de castellano, los que sancionan por rotular en castellano, los que llaman “colonos” a los castellanohablantes en Cataluña, los que dicen que reclamar el castellano en Cataluña es tan legítimo como reclamar el tagalo o el urdu.
Todo esto sucede y es comprobable, pero los progresistas peninsulares ejercen de sordos y de ciegos. Prefieren mirar a otra parte cuando abuchean a Elvira Lindo por hacer el pregón de las fiestas de Barcelona en su lengua o cuando los escritores en castellano nacidos en Cataluña son proscritos de la feria de Frankfurt.
Podría seguir desgranando agravios y agresiones más o menos cruentas, pero para qué seguir. La izquierda española no da para más.
¿Que puede esperarse de la progresia, esa clase social practicante del relativismo moral?
Pues cualquier cosa. todo depende de lo que les interese en cada momento, aún cuando sea totalmente contrario a lo que defendian meses, dias o incluso horas atrás. Eso no importa. Lo importante es seguir en la cresta de la ola, aunque ello te cueste renunciar a principios y creencias, que siempre están en funcion de lo que en cada momento se considere “politicamente correcto” es decir “agradablemente placentero”
Saludos.
Sr. Félix, algo parecido sentí yo cuando escuché esa frase del “mayo amor a Cataluña”, y cuando la ví en los Telediarios, me vino a la mente aquella otra frase del “Viva España” pero en versión catalanista …
El Sr. Montilla lo tiene mal, ¡¡pero que muy mal!! … Es “andaluz”, habla el catalán “como ya dijo Felip Puig”, lleva a sus hijos a la Escuela Alemana, y, por mucho que quiera, carece del ADN CATALÁN, que le permitiera tan sólo acercarse al “exclusivo club” … No le queda más remedio que recurrir a estas exageraciones, propias de los Nacionalistas …
PERDONÉMOLE AL SEÑOR, PORQUE NO SABE LO QUE SE DICE …