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‘Nada en su discurso [en el de Montilla] se diferencia ya del discurso nacionalista’
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Arcadi Espada, escritor, periodista y profesor de la UPF, el 23 de julio de 2008 en El Mundo:
‘El que dice: “Te queremos José Luis, pero aún queremos más a Cataluña”, hombre o ente, está obligado a tener el nivel C de catalán. ¡Quia, el C! El A especial, con licencia para conducir trailers. Como en tantísimas ocasiones la vocación socialdemócrata de trabajar a ambos lados de la calle sólo revela su doble fondo. El presidente de
la Generalitat no tiene empacho en adherirse al más zafio léxico nacionalista: en antropomorfizar Cataluña y en hablar en su nombre; en señalar, agriamente, a los que LA atacan; en convertir su actividad política en una suma regida por el juego de la balanza fiscal. Nada en su discurso se diferencia ya del discurso nacionalista. Aún había un resquicio, una dignidad en el tratamiento que debe aplicarse al peligroso bacilo de la inmigración; pero bastó la presunta crisis económica para apoyar la directiva de retorno y la segregación de los recién llegados, tan similar todo ello al contrato basura que preconizaba Artur Mas. ¿Qué quiere que haga el limitadísimo Puig? ¿En qué pretenderá don José Montilla que se fije el portavoz nacionalista que no sea en las eses sordas o sonoras, en el tenir que y en el algo (algo que por cierto, y no me cansaré nunca de repetirlo, me lo autorizó personalmente en el consultorio médico de su hermano el poeta nacional de Cataluña, Salvador Espriu, cambiando con ello mi vida? ¿En qué, y por qué? Los socialistas catalanes han dejado sin contenido (sin significado) todas las propuestas nacionalistas: no es extraño que el portavoz de la oposición recurra a los significantes. En estas circunstancias lo único que pueden hacer los nacionalistas con don José Montilla es tratarlo (y muy consecuentemente) de ersatz, y pedirle pureza de sangre intervocálica.Pero la patética situación convergente no le quita la razón (en sentido estricto) al portavoz Puig. El catalán de don José Montilla no es el propio de un nacionalista y debe corregirlo, y cuanto antes. Ser nacionalista lleva muy poco trabajo. En realidad para ser nacionalista sólo basta entrenamiento moral, que se adquiere suavemente con la práctica y los diversos lubricantes disponibles. Desde el punto de vista intelectual no se requiere más que la suspensión de la incredulidad, fenómeno que como indica su nombre consiste en créerselo, y romper a llorar y a dar vivas a Cataluña y a Galicia, terra do seu pare, y a lo que se ponga por delante. Dadas las facilidades, lo mínimo que podría hacer don José Montilla es corregir estos lunares significantes que tanto le afean, en el bien entendido que si no lo hace ni por la gramática ni por la moral, lo haga al menos por la bolsa: la desssssaparición de Convergencia está a tiro de una ese líquida. A un reptilíneo susurrar. ¡Ánimo!, presidente: un pequeño esfuerzo. Aunque sea por primera vez en su vida.
(Coda: “El presidente Montilla destroza el catalán”. Felip Puig, portavoz parlamentario de CiU)’
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