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‘Ya puedo morirme. Lo he visto todo en mi vida. He visto a Marisol desnuda en Interviú y a Sharon Stone cruzando la piernas. ¿Qué más podía desear? Pues eso: conocer las balanzas fiscales’
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Manuel Trallero, escritor, el 18 de julio de 2008 en su blog:
‘Ya puedo morirme. Lo he visto todo en mi vida. He visto a Marisol desnuda en Interviú y a Sharon Stone cruzando la piernas. ¿Qué más podía desear? Pues eso: conocer las balanzas fiscales. Durante años este ha sido el secreto mejor guardado, bajo siete llaves, como si fuera el misterio de la Santísima Trinidad. Ahora ya sabemos lo que sabíamos: que Catalunya paga mucho más que lo que recibe, pero no sólo Catalunya también las Baleares e incluso el propio Madrid. De las balanzas fiscales se han hecho dos versiones, como antiguamente se hacían dos versiones de las películas españolas del destape: una para consumo interno y otra para el extranjero. ¿Qué sucede? Pues que tenemos las balanzas fiscales del gobierno español y las balanzas fiscales de la Generalitat, que son parecidas pero no son iguales. Pasa como con los resultados electorales o con los índices de audiencia que todo el mundo gana pero nadie pierde en este verdadero juego de trileros. ¿Qué sucede? Desde luego no sucede nada nuevo. Sucede los mismo que ocurre en Alemania entre los lands presuntamente ricos y los lands presuntamente pobres; lo mismo que pasa en Suiza entre los cantones presuntamente ricos y los cantones presuntamente pobres y no digamos ya en Italia entre el norte y el sur. Los primeros creen que dan demasiado a otros que ya han dejado de ser pobres y los segundos creen recibir poco de unos supuestos ricos que cada día que pasa también lo son menos. Es decir que la publicación de las balanzas fiscales nos ha enseñado lo que ya sabíamos. El misterio se ha desvelado porque no había tal misterio.
Las balanzas son como el bikini, lo enseñan casi todo pero no enseñan lo mejor. Los catalanes nos quejamos –y con razón- que se abuse de nuestra solidaridad, pero nadie se quejó cuando llegaron los fondos de cohesión europea y el ciudadano alemán o belga tuvo que rascarse el bolsillo para, por ejemplo, reconstruir el monasterio de Sant Pere de Roda. ¡Menuda gracias les haría si lo supieran! Mejor que nos callemos…’
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